Los crímenes cometidos por ETA que siguen aún sin resolver alcanzan los 324. Por ello, España ha solicitado a Francia un inventario del arsenal de la banda con el fin de verificar si las armas entregadas pueden ayudar a esclarecer alguno de esos atentados. Entre ellos se encuentran, el de la explosión de la bomba lapa que mató a dos guardias civiles en Calvià, las últimas víctimas mortales de ETA en España.

La violencia terrorista golpeó con más crudeza en la década de los 80, década marcada por el atentado más sangriento de la banda. En el atentado de Hipercor en Barcelona asesinaron a 21 personas, todos civiles, al igual que el que vivió Irene Villa cuando solo tenía 12 años.

En la década de los 90, decenas de políticos de cualquier signo vivieron bajo la amenaza terrorista. Las imágenes que quedan grabadas en la historia son la de las manifestaciones en repulsa del asesinato de Miguel Ángel Blanco en julio de 1997. Unas concentraciones y homenajes que se sucedieron con la larga lista de políticos asesinados, entre ellos Fernando Buesa y Ernest Lluch.

Tras más de 40 años teñidos de sangre, ETA vive su punto de inflexión en octubre de 2011. A partir de entonces, su estructura logística se vio perjudicada por el desmantelamiento de numerosos zulos y las detenciones de sus cabecillas. En septiembre de 2015 se llevó a cabo la más fuerte, la detención de David Pla e Iratxe Sorzábal, líderes de la cúpula de la banda.

En noviembre 2016 la de Mikel Irastorza, el último líder de la organización, que dejaba a ETA completamente descabezada y acercaba el final de casi 50 años de terror.