Un nuevo estudio arroja luz a una de las caras más ocultas de la banda terrorista ETA: su financiación a través de la extorsión. Miles de empresarios amenazados a los que hoy ponemos cifra. "Calculamos que ETA envió unas 10.000 cartas para extorsionar a empresarios", señala Izaskun Sáez, politóloga de la Universidad de Deusto.

De algunos de esos miles de empresarios, la banda obtuvo unos cinco millones de euros anuales en los años 70 y 80. Más tarde, a partir del 2.000, los ingresos descendieron a unos dos millones anuales. A ello hay que sumarle lo que obtuvieron con los secuestros, unos 100 millones de euros.

Raptos como el del abogado Cosme Delclaux, cuya familia pagó más de 1.000 millones de pesetas por su liberación. Muchos de los receptores de estas aterradoras cartas accedían al chantaje no sólo por ver su vida correr peligro; también, según el estudio, por las maniobras estigmatizantes de los terroristas.

"Hacían pintadas en la puerta de tu casa, de tu empresa. Había amenazas en tu buzón", relata el diputado socialista Odón Elorza. Varios de los empresarios que se negaron a pagar han contado en alguna ocasión su caso, como Ricardo Benedí en 2008: "Si llevan careta, hay que acercarse a ellos y quitársela".

Otros han sido emblemáticos. Como Juan Alcorta, que anunció en una carta abierta en 1980 que no cedería. Y otros, como el empresario José María Korta, no pudieron contarlo.

Según el estudio, entre un 5% y un 13% de empresarios cedieron a la extorsión, y algunos expertos señalan que los daños en la economía vasca fueron superiores a los provocados por la crisis. "Durante ese periodo, el PIB per cápita fue un 10% menor", detalla Javier Gardeazabal, profesor de Economía en la Universidad País Vasco. Eso sin contar con las incurables secuelas emocionales.