Europa ya está acostumbrada a la ultraderecha, donde sus cánticos y consignas pasaron de las calles a las cámaras de representación. Junto con Irlanda, Malta y Portugal, España era uno de los últimos bastiones que resistía a la incursión política de la extrema derecha.
Algo que se rompe con la consecución de los 12 escaños por parte de Vox en las elecciones andaluzas, un panorama que no es nada extraño en la UE: sin ir más lejos, en Francia, nuestro país vecino, Marine Le Pen logró casi 11 millones de votos siendo la segunda fuerza política más votada en las presidenciales con discursos antinmigración: "A los inmigrantes los volvería a llevar a sus países de origen, cada vez que se interceptan barcos de inmigrantes otros volverán a intentar esta aventura que es peligrosa".
Todavía más agresivo ha sido el italiano Matteo Salvini: el ministro del Interior italiano ha llegado al Gobierno gracias al pacto de su partido con el de Movimiento Cinco Estrellas en las últimas elecciones.
Más asentado esta en Hungría Viktor Orban, que lleva en el poder desde 2010 con un mandato caracterizado por su negativa a acoger refugiados y estrangular financieramente a las ONG.
En el Reino Unido la ultraderecha tiene un papel testimonial en sus instituciones, pero a pesar de ello, su mensaje ha calado y cambiado el país puesto que son los grandes impulsores del divorcio entre la Unión Europea y el Reino Unido.