Julio ha terminado con 670.000 contagios, casi cinco veces más que los registrados en junio. Este ha sido el resultado de un mes negro que empezaba con la mayoría de comunidades en riesgo medio. De hecho, solo tres se encontraban por encima: Andalucía, Cantabria y Cataluña. Sin embargo, poco a poco la situación fue empeorando, y el mapa comenzó a marcar cada vez más zonas en riesgo extremo. A día de hoy, sólo Melilla se libra de esta situación epidemiológica grave.

Pero ¿cómo ha llegado el país a registrar nuevamente datos de incidencia tan altos? Todo empezó con el comienzo del verano. Poco después del fin del toque de queda impuesto por el Gobierno precisamente para mantener la curva de contagios, comienzan a registrarse fiestas y otro tipo de aglomeraciones complicadas de contener tras un año de restricciones completas. Empiezan los botellones, el ocio nocturno en muchas comunidades y los viajes de estudio y familiares con un objetivo claro: sol y playa.

La incidencia no tardó en dispararse entre los grupos etarios más jóvenes, aquellos que por entonces no habían comenzado a ser vacunados y los que más contacto social protagonizaban. Las primeras comunidades en notarlo fueron las del Mediterráneo con una clara protagonista: Cataluña. A mediados de julio, la región ya superaba la barrera de los 1.000 puntos de incidencia acumulada. Como otras comunidades, quiso actuar rápidamente y anunció medidas extraordinarias.

Es la última semana del mes, Cataluña empezó por fin a bajar: más de 300 puntos hasta los 926 de esta semana. Y, por primera vez, el último día de todos (31 de julio), abandonó la primera plaza entre las comunidades más afectadas por el COVID-19. Ese lugar lo ocupa ahora Baleares, que no acaba de estabilizar sus datos. Tras las islas se encuentra Navarra, que no obstante después de semanas muy complicadas empieza a mejorar. Todo esto, claro, se ha traducido en un aumento de la presión hospitalaria.

A principios de mes, las hospitalizaciones en planta rozaban el 2%, y en UCI, el 6%. La primera, 31 días después, se ha multiplicado por cuatro, y los críticos se han triplicado. Las que más preocupan ahora son las de Cataluña, con un 44% de ocupación en las unidades de cuidados críticos. Si se estudia el mapa de incidencia de forma más detallada, Palencia lidera la tabla nacional con un 70% de ocupación hospitalaria. Todos estos datos se han traducido en uno mucho peor: más de 600 fallecidos este mes.

Sin embargo, la tasa de mortalidad ha bajado considerablemente. Los 15 millones de vacunas inoculadas hasta la fecha en nuestro país han sido la clave decisiva para que la infección por coronavirus no se tradujera inmediatamente en fallecimiento. Ahora, un año y medio después del comienzo de la crisis sanitaria, el objetivo de España sigue siendo claro: alcanzar el 18 de agosto la inmunidad de grupo -llegar al 70% de la población a vacunar- y frenar de una vez por todas esta quinta ola.