En Bargota, un pueblo de Navarra, no eligen a su alcalde de forma convencional: todos los vecinos mayores de edad son candidatos además de votantes. Con el censo en la mano, eligen a las personas que consideran más preparadas para el cargo.

"Creo que es un sitio por el que debería de pasar la mayoría de la gente para saber qué es lo que se hace, porque hasta que te metes y estás dentro no sabes lo que se hace", explica una vecina.

En el pueblo tienen una alternativa, que el Gobierno de Navarra les imponga una gestor, pero ellos prefieren que gobierne alguien del pueblo.

En Valdepiélagos, un municipio madrileño de 624 habitantes, celebran una especie de proceso primarias para elegir a su alcalde entre todos los vecinos. Llevan haciéndolo 40 años: no hay partidos, sólo vecinos dispuestos a trabajar por su pueblo gratis. "Hay una lista de personas que se presentan y tú eliges a quién crees conveniente", explica un vecino.

Estos casos son un fenómeno de la España rural, la despoblada. "En municipios pequeños las listas disminuyen porque hay otros sitios donde presentarse", apunta José Manuel Sánchez Duarte, profesor de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos.