Ahora sí. A partir de hoy el PSOE entra en una semana decisiva. Una campaña exprés en la que Pedro Sánchez se juega revalidar la confianza de los ciudadanos y poder gobernar de nuevo. "Os pido un esfuerzo más", dice el candidato con frecuencia en sus mítines, apelando a la movilización de su electorado, poco motivado a acudir una vez más a las urnas.

En el entorno de Sánchez reina el optimismo. Se atreven a apostar por una victoria de 130 diputados. Pero ese estado anímico se diluye en parte cuando se habla con cargos intermedios del partido, que firmarían por quedarse con los 123 actuales.

Es verdad que en todos los sondeos se refleja que el PSOE ganaría las elecciones, y que ninguno pronostica que PP, Cs y Vox puedan alcanzar una mayoría. Pero también es cierto que todas las encuestas, excepto el CIS, hablan de estancamiento o tendencia a la baja del PSOE.

La cúpula socialista se mantiene esperanzada. Dice que confía al cien por cien en los datos de "San Tezanos". Que no es momento para escépticos y que los votantes van a premiar a Sánchez porque ha demostrado, entre otras cosas, que no quería llegar al poder a cualquier precio.

Los mensajes de Sánchez en esta campaña van a estar muy centrados en ese 32% de potenciales votantes - según el CIS- que todavía no saben a quién votar. Se presentará como el único capaz de superar el bloqueo. El único en condiciones de formar un gobierno fuerte, frente a los desafios que están por llegar.

Pablo Casado será su principal adversario, la diana de sus críticas, y con Pablo Iglesias se acabó el guante de seda.

Sánchez arranca su campaña en Sevilla, provincia talismán para el PSOE. Y la cerrará en Barcelona. Una decisión cargada de simbolismo. Los disturbios en Cataluña tras la sentencia del procés han sido un punto de inflexión en la precampaña socialista. No hay día que no se contenga la respiración en el Comité de estrategia electoral del PSOE ante la noticia de nuevos incidentes protagonizados por los radicales, en las calles o en las infraestructuras catalanas. Sus consecuencias son imprevisibles.

Una circunstancia inédita en una campaña electoral que ha permitido, sin embargo, a Sánchez reivindicarse frente al PP, poniendo en valor la gestión moderada de su gobierno, frente al fracaso que supuso, según los socialistas, la actuación de Mariano Rajoy.

Esta campaña se juega fuera de Cataluña. Pero realmente va de Cataluña. De ahí que el candidato socialista haya endurecido el tono contra los independentistas hasta el punto de acusarles de reproducir el mismo modelo social de la ultraderecha: un modelo excluyente, donde sólo caben ellos.