Años de desavenencias políticas han quedado de lado en la capilla ardiente de Alfredo Pérez Rubalcaba.

Pedro Sánchez saludaba junto a los reyes a Felipe González, quien tantas veces le ha criticado en los últimos meses. Dentro, frente al féretro, González también ha estrechado la mano de otro histórico del partido, Alfonso Guerra, con el que lleva décadas distanciado.

José Luis Rodríguez Zapatero también saludó a la nueva cúpula del PSOE, muy diferente a la que él dejó. Una de las más afectadas por la pérdida, Susana Díaz, dejó atrás sus rencillas con Sánchez y se centró en consolar a la viuda de su compañero.

Muy cercano con Rubalcaba era también Antonio Hernando, llevaba dos años sin hablar con Sánchez. Se saludaron, aunque mantuvieron las distancias al sentarse. Igualmente cordial Sánchez con Chaves, de quien se distanció para evitar el desgaste de los ERE.

Más recientes, las rencillas con Soraya Rodríguez, que hace unas semanas dejó el PSOE por Ciudadanos. Ella fue con Rivera al Congreso. Sánchez atendió al líder naranja, pero ignoró a su excompañera.

Entre el resto de sus compañeros de partido, también cordialidad y unión. El ministro de Cultura en funciones saluda al otrora hombre clave de Zapatero, José Blanco, que bajo la nueva dirección ha quedado fuera de las listas europeas. Igual que ramón Jáuregui y Elena Valenciano. García Page también saludó a la cúpula del PSOE sanchista.

También hubo acercamientos entre rivales en el hemiciclo. Mariano Rajoy se acercó a saludar a quien le sacó de la presidencia y su sucesor, Pablo Casado, también olvidó sus diferencias con Sánchez por unas horas.

El que no estuvo fue José María Aznar. Sí Irene Montero, que saludó a presidente y ministros, o Marta Pascal, recién elegida senadora por PdeCat. Un último adiós a Rubalcaba que terminó siendo un ejemplo de concordia.