El 23 de febrero de 1981 cambió la historia de España. Ese día, solo un nombre rondaba en la cabeza de toda la ciudadanía: Antonio Tejero, un guardia civil que se convirtió en protagonista del intento de golpe de Estado en el Congreso de los Diputados que no llegó a triunfar. Pero ¿qué fue de su vida tras ese momento?

En 1983, Tejero fue juzgado y, posteriormente, condenado a 30 años de reclusión por un delito de rebelión militar consumado, con agravante de reincidencia. Esta sentencia judicial le llevó a ser expulsado de la Guardia Civil y, de forma inherente, a la pérdida del grado de teniente coronel que ostentaba. Además, fue inhabilitado durante el tiempo que duró la condena.

Tejero cumplió condena en las cárceles del Castillo de la Palma, en Mugardos, en el Castillo de San Fernando de Figueras y en Alcalá de Henares. Allí tuvo el tiempo suficiente para estudiar la carrera de Geografía e Historia, aprendió varios idiomas y aprovechó para escribir sus memorias y aprender a pintar. En 1993 logró que le concedieran el tercer grado, y tres años más tarde, en 1996, obtuvo la libertad condicional.

Lo que no se desconoce en su mayoría es qué hizo Antonio Tejero después de su puesta en libertad. Ya han pasado 38 años desde que el guardia civil irrumpiera en el Congreso de los Diputados con un arma disparando al techo del hemiciclo y gritara: "Quieto todo el mundo". Ahora, con casi 90 años, Tejero ha optado por una vida más alejada del foco político.

Actualmente vive gracias a su pensión y a la de su esposa. Pero no es su única fuente de ingresos, pues también obtiene beneficios con uno de sus aficiones más conocidas, la pintura, que aprendió a practicar en la cárcel. Sus obras, comunmente retratos y paisajes, están muy cotizados entre los sectores de la extrema derecha y se han llegado a comprar por 2.400 euros.

Tejero se muestra receloso y esquivo cuando se topa con los medios de comunicación, y no suele hacer declaraciones sobre su vida y, más en concreto, sobre el golpe de Estado. No obstante,laSexta Columna, que dio con él en el funeral de Carmen Franco, consiguió unas breves declaraciones: "Soy franquista. Nos dio 40 años de felicidad".