Un tres de agosto de 1973, la fábrica de automóviles Seat de la Zona Franca de Barcelona fabricaba su último Seat 600. Una ceremonia icónica, en la que se montó el coche pieza a pieza, se adornó con flores y lazos gigantes y del que se colgó una pancarta que aún a día de hoy se recuerda en Cataluña: 'Naciste príncipe y mueres rey'. Extrabajadores de la planta como José Carlos aún recuerdan ese día: "Murió quizá prematuramente para ser sustituido por el Seat 127". A las puertas de la crisis del petróleo que estallaría ese mismo año, lo cual para él fue "una pena", ya que "consumía poca gasolina".

José Carlos no pudo estar presente en esa ceremonia de despedida. Fue detenido y despedido de la Seat "por intentar construir un sindicato", explica. Detrás de este coche nostálgico para muchos, los más de 15.000 trabajadores que constituyeron la fábrica sufrieron una "historia muy dura", nos asegura, de "mucho trabajo manual" y "condicionales laborales muy penosas". Eran los tiempos de otra España, en los que primaba "la imposición total de la empresa" y en las que "no había ningún control de las condiciones de salud, seguridad e higiene" de sus empleados.

Inventor de las escapadas de fin de semana

Ese fue el último 600. Para hablar del primero hay que retroceder a 1957. La fecha exacta depende de quién cuente la historia. Lo que todo el mundo tiene claro es que este pequeño vehículo de cuatro ruedas se convertiría en el símbolo de la democratización de la movilidad en España. Inventó los viajes de fin de semana y fue el causante de las primeras grandes caravanas a la playa.

Luis Álvarez, presidente de la Asociación Seat 600 de Sevilla, asegura que lo normal era que en el coche entrasen seis, siete, o hasta ocho personas, "cargado hasta arriba y a la playa, o donde fuese". En un momento en el que las carreteras del país no eran lo que son ahora, en las que parar era la tónica habitual, "porque el coche se calentaba" y "daba para unos 300 kilómetros, a un máximo de velocidad de 90-95 kilómetros por hora", dice Luis.

La mujer, al volante de un 600

El 600 se relacionó desde un primer momento con un coche familiar, económico y fácil de conducir. En la España de aquellos tiempos, el patriarcado concluyó que era un automóvil que podían conducir las mujeres. De una forma u otra, gracias al 600, la mujer ganó "más independencia para moverse". Su uso en femenino llevó también al nombre más coloquial del vehículo: el mirabragas. Como explica Luis, "la puerta abría al revés y la mujer, al bajarse y al llevar falda, se le veían las bragas".

Pionero de la industrialización española

Manuel Rodríguez fue solo uno de los más de 15.000 empleados que llenaron la fábrica de Seat de Barcelona. Él se encargaba de tapizar a mano los coches: "En la época del pobre era lo mejor que podías encontrar". De diseño italiano, el régimen franquista nacionalizó el 98% de la producción, a excepción de algunas partes patentadas en otros países. La puesta en marcha de esta factoría fue el inicio de la famosa reindustrialización española que protagonizó la mejoría del sistema productivo español.

El 600 se convertiría así en "el coche del pueblo español", nos cuenta David Villarreal, responsable editorial de Diario Motor, al igual que "Alemania tuvo el escarabajo de Volkswagen y Francia el Citröen Dos Caballos". Se fabricaron 799.419 unidades. Esa última, aquel 3 de agosto de 1973, fue el cierre de un símbolo que aún hoy en nuestros días se recuerda.