El año 2020 que termina este jueves arrancó con la novedad de un Gobierno de coalición en España. Las elecciones de noviembre de 2019 posibilitaron un acuerdo entre el PSOE y Unidas Podemos y de ahí surgió, tras una agónica investidura, el primer Ejecutivo bicolor de la democracia.

366 días dan para mucho y mientras los españoles entrábamos en disquisiciones sobre las cuentas del Gobierno para sacar adelante sus proyectos, en China preocupaba una neumonía de origen desconocido. Hace justo un año, el 31 de diciembre, las autoridades chinas lanzaban la primera alerta de un virus que ya ha dejado 1,8 millones de muertos y más de 82 millones de contagios, según el conteo de la Universidad Johns Hopkins.

El SARS-CoV-2, el nuevo coronavirus, comenzó a acaparar silenciosamente los medios de comunicación. Primero apareció en Wuhan, la capital de la provincia china de Hubei, donde se relacionó su aparición con un mercado de la ciudad. Ahí se comenzó a hablar de murciélagos, pangolines y otros animales que hubieran podido actuar como intermediarios entre el virus y los humanos.

El confinamiento extremo que se decretó en la ciudad o la construcción de un hospital en tiempo récord para atender las necesidades sanitarias parecían sacados de la trama de una distopía. En Europa eso no pasaría, pensábamos.

España notificó su primer positivo el 31 de enero

El 30 de enero, la OMS declaró la emergencia sanitaria internacional con 8.000 casos en China y 170 muertos, un centenar de positivos en otros 18 países y transmisión local en cuatro. Un día después, el 31, España notificaba su primer caso positivo: un turista alemán en La Gomera.

La epidemia en España se encontró con un recién llegado al ministerio de Sanidad, Salvador Illa, un filósofo sin formación sanitaria que llegaba a un departamento 'vacío' de competencias, ya que el grueso de la gestión sanitaria cae en las Comunidades Autónomas.

Illa confió para la gestión de la crisis en un rostro conocido por la crisis del ébola: Fernando Simón, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES). Simón, ahora omnipresente, afirmó en un primer momento que la epidemia tenía "posibilidades de empezar a remitir" y que España no tendría "como mucho, más allá de algún caso aislado".

Sin embargo, la pandemia del COVID-19 arrolló a todos los Gobiernos como un tsunami. Febrero fue un mes perdido en el que los casos subían a cuentagotas pero el virus avanza imparable. La situación en Italia empeoró durante semanas y se confinó apenas una semana antes de que el presidente Pedro Sánchez determinara lo mismo para España. Era 15 de marzo de 2020. Solo tres días antes, la OMS habría declarado la pandemia.

40 días confinados

El estado de alarma consumió la primavera que pasamos encerrados mientras la enfermedad arrasaba el país y diezmaba los recursos sanitarios y a sus trabajadores, tan aplaudidos a las ocho de la tarde. En los 40 días de confinamiento estricto se repitieron las imágenes que habíamos visto primero en China: hospitales provisionales como el de Ifema, morgues en lugares emblemáticos como el Palacio de Hielo de Madrid...

La llegada del buen tiempo supuso un punto de inflexión y de vuelta a la "vieja normalidad", con la gente saliendo a sus destinos vacacionales y pasando los días de buen tiempo en las terrazas, aunque con mascarilla.

Pero esto fue solo un espejismo y la anunciada segunda ola se adelantó. En junio, fue un brote entre temporeros lo que puso el país en alarma. A mediados de julio España volvía a la cuota de 587 casos diarios. Un mes después, Sanidad echó el cierre al ocio nocturno, relacionado con los primeros focos.

La ansiada vuelta al cole en septiembre se convirtió en un debate público acerca de las medidas sanitarias para evitar que la transmisión comunitaria nos devolviera a la situación de marzo. Las clases se demostraron posteriormente como el lugar más seguro para los niños y las familias, aunque no evitó que la segunda ola siguiera adelante.

La Navidad y el temor a la tercera ola

La segunda ola se ha demostrado menos intensa pero más duradera que la primavera. La llegada del frío y de la movilidad de los puentes festivos ha echado leña al fuego y, después de una pequeña estabilización, la tercera ola parece estar aquí. Entre medias, la aparición de una cepa en Reino Unido un 70% más contagiosa y la llega de la Navidad, encendiendo todas las alarmas sanitarias y previendo un mal inicio de 2021.

El reto sanitario de la pandemia también supuso un gran reto científico: desarrollar una vacuna capaz de hacer frente al coronavirus en un tiempo récord. La industria farmacéutica ha conseguido en menos de un año desarrollar sueros capaces de inmunizar frente a la mortífera pandemia y lo ha hecho con un método innovador, utilizando las moléculas de ARN en lugar del virus para generar las defensas.

La primera vacuna en ser autorizada en todo el mundo fue la de Pfizer/BioNTech, seguida de la de Moderna. Nueve meses después del confinamiento, Margaret Keenan, una mujer británica de 90 años, fue la primera persona del mundo en recibir la inoculación frente al COVID-19 el 9 de diciembre. En España, casi tres semanas después, Araceli Hidalgo, de 96, fue la primera en vacunarse. La luz al final del túnel ya se ve, a tiempo de despedir de 2020.