El reclamo turístico de la Antártida es que se trata de un lugar remoto lleno de quietud donde sentir la inmensidad de la naturaleza. Y pese a que la ONU lanzó una alerta hace ya 20 años para regular su explotación comercial, este año la Antártida recibirá un récord de 100.000 turistas durante el verano austral, lo que supone un 40% más que el récord anterior, que van en busca de añadir una muesca en su libro de viajes.

La mayoría de los turistas que recibe la Antártida son estadounidenses y chinos que viajan en grandes cruceros por un mínimo de 12.000 dólares, y alcanzan la costa en pequeñas lanchas. En tierra no hay hoteles, pero la presencia humana ya empieza a alterar el ecosistema.

El científico Javier Benayas, Catedrático de Ecología de la UAM, investiga el impacto del turismo hace más de una década: "Hay un impacto en el comportamiento de los pingüinos y presencia de emisiones carbono negro procedente de los barcos", advierte.

Su colega Jerónimo López, profesor de Geodinámica de la UAM, viaja ahora a Isla Decepción, uno de los lugares más visitados de la Antártida, para una investigación geológica. Él también ha visto de primera mano los cambios en el ecosistema. "Hay restos de antibióticos, de nicotina, de cafeína, de microplásticos...", señala.

Expertos piden aumentar la regulación para reducir la contaminación

Ante esta situación, la Coalición Antártica y las ONG piden aumentar la regulación de ese turismo de lujo para proteger su fauna y reducir la contaminación. "Con el avance del cambio climático y el retroceso del hielo, se puede aumentar la temporada turística y las zonas que se pueden visitar, y hay que regularlo", defiende Elvira Jiménez, portavoz de Greenpeace.

Y es que preservar la Antártida tal como era hace 100 años sería la verdadera y última conquista.