Hay más de 600.000 desplazados climáticos solo dentro del territorio Somanilandia. Una de las mujeres desplazadas es Samsam, siempre ha sido pastora y junto a su marido llegó a tener más de 500 cabezas de ganado. "Antes de la sequía vivíamos del ganado, tenía para vender, para comer... entonces todo estaba verde", cuenta la mujer.

Sin embargo, la lluvia se marchó y los animales comenzaron a debilitarse y a morir. Ahora su casa es un espacio minúsculo en el que vive su familia: ocho personas que sobreviven en medio de la nada y aferrándose al pasado. "Antes podíamos elegir, éramos libres. Con ganado podíamos decidir. Ahora no tenemos nada", lamenta Samsam.

La mujer ha recorrido kilómetros para recuperar un sitio seguro. En Somanilandia al menos están acompañados. En el campamento hay 310 familias, lo que supone unas 2.800 personas. Todas viven en tiendas improvisadas con lo primero que han pillado, como telas o lonas. Todo lo rodean con ramas con espinas muy fuertes porque por la noche es lo único que les protege del ataque de los zorros y, sobre todo, de las hienas.

Ibado, otra superviviente de la emergencia climática, cuenta que su familia tenía 450 cabezas de ganado hace solo cinco años. Cuando solo le quedaron diez, decidieron ir a Somalilandia. Es una de las veteranas. "Organicé a la comunidad y empecé a pedir a la gente del pueblo ayuda, ropa y arroz para los que llegaban nuevos", relata.

Los pocos animales que quedaron en pie son ahora un bien en esta comunidad. Gracias a Oxfam Intermón, también ha llegado el agua potable. Les preguntamos por la razón de esta terrible sequía, les hablamos de la emergencia climática, de ese CO2 que otros países envían a la atmósfera, a lo que Samsam responde: "Si es verdad lo que me dices, que nosotros contaminamos menos y somos los más afectados, eso es un problema. Pero el gran problema es que nosotros aquí, en Somalilandia, no podemos hacer nada". Y no se equivoca.