Según la OMS, las enfermedades zoonóticas provocan más de dos millones de muertes al año. El mosquito transmite la malaria, el dengue y la leishmaniosis. Y en el murciélago está el origen del ébola, el SARS, el MERS y, ahora, el actual coronavirus. La ciencia responde así a los negacionistas.

Podemos contagiarnos al recibir una picadura, manipular animales enfermos o consumir agua contaminada. Pero es la interacción del hombre con la naturaleza lo que aviva la aparición de nuevas epidemias.

Los especialistas sostienen que la biodiversidad, un sistema rico en especies, nos protege. La degradación del medio ambiente, en cambio, representa una amenaza para el ser humano.

La globalización hace el resto. Una vez que el patógeno entra en la cadena humana por la rendija que le hemos abierto, el virus es capaz de transmitirse a gran velocidad por el mundo entero si no lo impedimos.