Liliana Segre tenía 13 años cuando fue destinada a Auschwitz. Llegó presa, siendo todavía niña, con su padre y abuelo. Allí los mataron; en un campo de concentración que ahora un espacio recrea como homenaje a todas las víctimas. Y 76 años después, Segre, ahora senadora vitalicia, cuenta lo que vivió con un único fin: que el odio no se repita.

"Tras 45 años tratando de escapar de lo que viví o de sentirme a salvo, ya no odio a mis persegiudores", cuenta esta superviviente del Holocausto nazi. Pero en Italia el odio va en aumento. El debate sobre el creciente racismo que vive el país se reabre: Segre denuncia los más 200 comentarios ofensivos que recibe a través de las redes sociales.

El hecho ha llegado hasta el Parlamento, donde Segre pedía la creación de un comité para combatir el odio, el racismo y el antisemitismo. Se aprobó, pero no recibió los votos de la derecha italiana. Matteo Salvini, que se abstuvo en la votación, se justificó calificando la decisión de "comisión comunista" y afirmando "que no se podía convertir Italia en un estado policial". Poco después, contestó a la polémica como acostumbra, a través de sus redes sociales.

"El antisemitismo es una cosa propia de las enfermedades mentales", ha afirmado el líder de la Liga Norte. Pero los datos sobre este tipo de agresiones aumentan. A finales de septiembre se registraon 190 ataques de este carácter. "El fenómeno de la intolerancia, del odio y del antisemitismo va en aumento", expone Emanuele Fiano, diputado judío del Partido Demócrata italiano.

Un problema que crece en paralelo al clima de intolerancia hacia los migrantes y la polémica suscitada por Salvinni sobre los barcos humanitarios llenos de personas a las que impidió desembarcar en costas italianas.