Los antidisturbios han ido a por ellos sin miramientos y ellos, preparados la mayoría con máscaras, cascos o paraguas, les han respondido lanzándoles piedras y barras de hierro.

Los manifestantes prodemocracia se esperaban las cargas y desde bien temprano han estado preparando barricadas y con cadenas humanas amontonando todo tipo de material.

Miles de personas también unían sus manos y se alineaban en otra cadena kilómetrica para pedir "libertad". Con este simbólico, pacífico y multitudinario gesto ocupaban puentes, puertos y calles intentando recrear la historia: la 'cadena báltica' de 1989, hace 30 años.

Sortean la censura y los controles con mucho ingenio. Ya no usan Facebook ni WhatsApp, viejas conocidas de la Policía, sino canales cifrados como Telegram, aplicaciones de citas como Tinder y hasta disfrazan las concentraciones como quedadas de 'Pokémon Go'.

Mientras, Pekín contraprograma cada vez más autorizando manifestaciones de sus partidarios, como la de taxistas. Protestas que no serían tan pacíficas como intentaría hacer ver China.

Se cumplen 12 semanas, tres meses de protestas y no cejarán, dicen, en su lucha. Hong Kong sabe que se juega su futuro.