China continúa con su política de mano dura frente al coronavirus. En estos momentos, 36 millones de chinos están confinados por el último brote de la enfermedad, que deja 2.000 casos y dos muertes.

Si se saltan el confinamiento decretado por las autoridades, los ciudadanos se enfrentan a violencia desmedida por parte de las autoridades e incluso detenciones, tal y como se aprecia en el vídeo que ilustra estas líneas, en el que vemos cómo agentes enfundados en EPI acorralan a un hombre contra un coche y le golpean. Acto seguido, tiran al suelo a su compañero y le patean sin mediar palabra.

Otras imágenes dan cuenta de cómo una mujer que desafía el confinamiento para buscar comida es interceptada en plena calle y reducida sin miramientos, mientras que una anciana es hostigada para que se someta a un test de COVID-19.

La variante ómicron ha disparado los casos en el país asiático hasta cifras récord desde el estallido de la pandemia y el Gobierno chino no duda en aplicar su expeditiva política 'cero COVID'.

Así, tras las dos primeras muertes por el virus desde enero de 2021, se mantienen cerradas dos provincias y más de una decena de ciudades, hay controles kilométricos en las carreteras y en las calles, algunos ayuntamientos incluso han recurrido a las concertinas: alambres de pinchos para separar los barrios confinados y las zonas de libre movimiento.

En otros puntos, se usan vallas delimitadoras y algunos vecinos, hartos del aislamiento, se las llevan por delante. Por la noche, hay orden de vigilar con grandes focos para que nadie escape del confinamiento.

Mientras tanto, en Shanghái, Disneyland ha cerrado sus puertas hasta nuevo aviso. Medidas de aislamiento radical que resultan impactantes tras dos años de pandemia y en un momento en que el 87% de la población china ya está vacunada.