Un simple beso estará prohibido para los niños en Hungría. No se podrá ver ni en un cartel publicitario, ni en una película, ni tampoco en un libro.
Por eso, miles de personas han salido a la calle contra la nueva ley del Gobierno de Viktor Orbán. Aprobada por el Parlamento que él controla, prohíbe que los menores de 18 años puedan recibir cualquier información sobre homosexualidad o identidad de género. Todo bajo la excusa de prevenir la pedofilia.
Pero es solo un paso más en la cruzada del presidente húngaro contra las libertades civiles. Ya cambió la ley para impedir que las parejas del mismo sexo puedan adoptar, pero es que Orbán no solo ha atacado los derechos LGTBI. Antes, por ejemplo, fueron los migrantes.
Desplegó a la policía y al ejército en la frontera del país. El objetivo: frenar a cualquier precio la llegada de refugiados. Polémica también con su última reforma laboral permite duplicar el número de horas extra trabajadas y se pueden pagar hasta tres años más tarde.
Excesos que vigila la Unión Europea, aunque a Orban ya no le importa. El investigador de EsadeGeo Sergio Marín nos explica que no le importa "antagonizar" con la Unión Europea porque, por primera vez, "ve que su estancia en el poder está en peligro".
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Y es que la oposición se está organizando, preparando una candidatura única de cara a las próximas elecciones que le podría llevar a perder el poder.