Una decena de prisioneros de guerra ucranianos ya liberados han denunciado haber sido víctimas de torturas en el centro de detención ruso en el que estuvieron, en la ciudad de Taganrog, ubicada a orillas del mar de Azov. En entrevistas con la BBC, realizadas durante varias semanas, los que fueron presos de Rusia, liberados en intercambios de prisioneros, describen lo que la cadena define como "un patrón de violencia extrema y malos tratos" en las instalaciones.
Entre las acusaciones que vierten sobre las autoridades rusas del centro de reclusión están los golpes continuos, tanto a hombres como a mujeres, y las descargas eléctricas e interrogatorios diarios; amenazas por parte de los guardias e intimidación constante a los detenidos; malnutrición en el centro y falta de atención sanitaria a los heridos e incluso la muerte de algunos de ellos.
Desde la BBC sostienen que no han podido verificar "de forma independiente" todas estas afirmaciones, pero indican que muchos testimonios fueron corroborados por otros detenidos. Desde el Gobierno ruso no han permitido a ningún organismo exterior (tampoco a las Naciones Unidas o al Comité Internacional de la Cruz Roja) visitar estas instalaciones que, antes de la guerra, se usaban únicamente para los presos nacionales.
Más de 2.500 ucranianos han sido liberados desde que empezó la guerra entre Rusia y Ucrania, hace un año y medio, pero se cree que otras 10.000 personas aún podrían estar presas en Rusia, según informes de organizaciones en defensa de los Derechos Humanos.
"Aquí os pudriréis hasta el final de vuestras vidas"
Uno de los denunciantes es Artem Seredniak, que fue trasladado a esta prisión después de llevar cuatro meses en manos de los rusos. Asegura que viajaron en un camión durante horas, sin saber a dónde iban, con los ojos vendados y atados entre sí por los brazos, como un "ciempiés humano". Al llegar a Taganrog, afirma que un oficial les preguntó a los recién llegados: "¿Sabéis dónde estáis? Aquí os pudriréis hasta el final de vuestras vidas". Allí, relata, los golpeaban en las piernas y brazos en todo momento, en lo que los rusos llamaban "recepción".
En un momento, Seredniak dice que le preguntaron si tenía novia y le pidieron su cuenta de Instagram para enviarle una foto del cautivo, a lo que, sostiene, se negó. Cuenta que hasta que no recibían la información que querían, no dejaban de pegar a los presos. Otro de los prisioneros ahora liberados, Serhii Rotchuk, relata cómo buscaban esvásticas tatuadas, aunque ya te consideraban "mal tipo" cuando veían cualquier tatuaje. Rotchuk sostiene que vivían "en un estado de estrés permanente", recibiendo descargas eléctricas y siendo enviados a aislamiento durante varias semanas.
Allí, muchos eran obligados a confesar delitos que no habían cometido. El pasado mes de junio, Amnistía Internacional se hizo eco de un caso de tortura, no relacionado con el conflicto en Ucrania, y relataba algunos de los malos tratos a los que están sometidos los presos en Rusia. Pero en relación con la guerra, tampoco es nada nuevo: una misión de observadores de la ONU corroboró a finales de 2022, "con un margen considerable de certitud", una serie de torturas a las que estaban sometidos los ucranianos, que iban de las quemaduras a las palizas, pasando por las descargas eléctricas.
Semanas después, la Policía ucraniana aseguraba haber localizado hasta 25 instalaciones utilizadas para torturar a prisioneros por las fuerzas rusas en la región de Járkiv, donde se torturaba a "civiles que estaban retenidos en condiciones inhumanas". Poco antes, Ucrania había encontrado una cámara de tortura en la comisaría de una ciudad liberada.