Marie tiene casi tres años pero no pesa más que un bebé. Su madre se esfuerza por que ingiera un poco de la leche terapéutica que le permita recuperarse de la grave desnutrición que padece. Pero su caso no es el único. En la región de Kasai, en el sur de República Democrática del Congo (RDC), unos 400.000 niños corren el riesgo de morir debido a la desnutrición aguda severa que presentan.
Según denuncia el Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF), al menos 770.000 niños, la mitad de los menores de 5 años de la región, presenta desnutrición aguda como consecuencia de los efectos del conflicto que golpeó a esta región congoleña desde agosto de 2016, que actualmente parece haber remitido en gran medida. De este total, 400.000 menores corren el riesgo de morir debido a la grave desnutrición que padecen, lo que supone que uno de cada diez menores se encuentran en esta situación.
Además, según UNICEF, uno de cada diez niños muere antes de llegar a su quinto cumpleaños en la región congoleña. Ya antes de que estallara el conflicto en agosto de 2016 entre la milicia Kamauina Nsapu, que toma su nombre de un líder tradicional muerto en enfrentamientos con la Policía, y las fuerzas congoleñas, las cinco provincias que componen la región de Kasai figuraban entre las más pobres del país, pese a que hasta ese momento eran de las más estables.
La violencia forzó a cientos de miles de habitantes a abandonar sus hogares en el momento álgido, pero ahora que esta ha remitido en gran medida muchos están regresando a sus casas para encontrarlas destruidas. Además, muchas familias no han podido sembrar y cosechar sus tierras, en algunos casos desde hace ya tres cosechas, lo que también tiene un impacto en la alimentación de la población.
Actualmente, unos 3,8 millones de personas, entre ellas 2,3 millones de niños, necesitan ayuda humanitaria en Kasai. "El conflicto y el desplazamiento siguen teniendo consecuencias devastadoras para los niños de Kasai", subraya la directora ejecutiva adjunta de UNICEF, Fatoumata Ndiaye, que acaba de visitar la región congoleña.
"Miles de niños desplazados han estado durante meses sin acceso a servicios que necesitan, como atención sanitaria, agua potable y educación, y su bienestar se ha resentido de manera extraordinaria", subraya la responsable de UNICEF.
Pero el conflicto no solo ha tenido un impacto en la nutrición de los menores, según demuestra el informe 'Kasai: una crisis para los niños' publicado por UNICEF. Así, según denuncia la agencia de la ONU, más de 200 centros de salud han sido saqueados, quemados o destruidos durante la violencia.
Por otra parte, según el informe de UNICEF, más de 400 escuelas han sido atacadas o utilizadas con fines militares, y 100 han sido destruidas, lo que tuvo como consecuencia el que 440.000 niños no pudieron acabar el curso escolar en 2017.
Ante esta situación, la agencia humanitaria ha instalado y rehabilitado 314 aulas en la región para que los niños puedan volver a la escuela. Además, miles de niñoshan sido reclutados por grupos armados y milicias, de acuerdo con la agencia de la ONU, que sostiene que el 60 por ciento de los milicianos en Kasai son menores.
UNICEF trabaja en la reinserción familiar y la escolarización de estos menores reclutados como combatientes y, junto con sus aliados, ha conseguido la liberación de 1.700 de ellos, a los que se ha ofrecido apoyo psicológico y otra ayuda.
"Tenemos la experiencia, tenemos el personal en el terreno y sabemos cómo resolver esto", sostiene el representante en funciones de UNICEF en RDC, Gianfranco Rotigliano. "Ahora mismo, necesitamos más fondos para llegar a todos los niños que necesitan nuestra ayuda. Ahora que más niños están regresando a sus comunidades tras meses de desplazamiento, son más accesibles para recibir tratamiento y atención. Podemos salvar sus vidas y tenemos que hacerlo ahora", advierte.
Una de esas vidas salvadas es la de Banyi, a quien su madre llevó a la clínica Santa María, apoyada por UNICEF y situada en las proximidades de Kananga, después de vivir durante cuatro meses en el bosque, donde tuvo que huir con sus seis hijos tras el asesinato de su marido delante de sus ojos. Mientras estuvieron en el bosque, Banyi, que apenas tenía unos días de edad, sus hermanos y su madre se alimentaron de raíces de mandioca y agua sucia.
"Los niños quedaron desnutridos porque no teníamos nada que comer", explica Marie Katumba, la madre de Banyi, que en brazos de su madre come la alimentación altamente nutritiva con la que superar la grave desnutrición que padece y está recuperando fuerzas.