La nueva 'normalidad' en la estación de tren de Wuhan parece más bien una escena de ciencia ficción: pese a haber finalizado la cuarentena en la ciudad origen de la pandemia, el coronavirus ha convertido los viajes desde allí en toda una odisea.

Dos trenes de alta velocidad realizan diariamente el trayecto Wuhan-Pekín, un viaje que en realidad comienza una semana antes: para todos los que viajan desde Wuhan es imprescindible someterse primero a un test de contagio.

Si no están infectados, en su móvil les aparecerá un código verde, que tendrán que mostrar a su llegada a la estación, a la que accederán por una puerta reservada para ellos, evitando así el contacto con otros pasajeros. También son reconocidos por la Policía y autoridades sanitarias, que les toman por primera vez la temperatura. Solo entonces están preparados para subirse el tren.

Una vez dentro, comienza un viaje en el que es obligatorio llevar mascarilla, aunque algunos pasajeros deciden extremar la precaución y ponerse guantes, trajes de protección e incluso cubrirse con pantallas protectoras.

Al lado de cada pasajero no hay nadie sentado y además se deja una fila de asientos libres para asegurar que dentro del vagón también se guarda la distancia de seguridad. Durante el trayecto, se les pondrá el termómetro dos veces para comprobar que no tengan fiebre.

Unas seis horas después, el tren llega a Pekín. Allí las autoridades vuelven a separar a los viajeros: aquellos procedentes de Wuhan son conducidos directamente a autobuses que les repartirán por distritos. A pesar de haber completado la cuarentena, una vez en la capital china están obligados a permanecer aislados otros 14 días.

Antes de llegar a su destino final, hay una última parada en unos recintos donde funcionarios les harán fotos y volverán a comprobar si tienen fiebre. Si todo está correcto, de ahí podrán ir a la casa o al hotel donde van a confinarse.

Antes de entrar, deben firmar una montaña de certificados comprometiéndose a respetar el confinamiento y se les entrega comida para dos semanas, para que no tengan que salir ni para eso. Ahora sí, ya están listos para disfrutar de su estancia en Pekín. Eso sí, encerrados.