Una subasta que arrancará en unos días puede hacernos sentir como auténticos espías. En ella, podemos conseguir desde un paraguas que lanza dardos venenosos a cámaras escondidas en anillos.

Uno de esos objetos es una bola de apenas unos milímetros que en 1978 mató a un hombre. Se trataba de Georgi Markov, un disidente búlgaro exiliado en Londres. Un día, esperando al autobús en el puente de Waterloo, sintió lo que el creyó que era una picadura en la pierna. Cuatro días después murió en el hospital.

La culpa fue de esa bolita diminuta... que estaba rellena de veneno. La KGB le había asesinado. Se la habían metido en el cuerpo a través de un paragüas que, hasta ahora, estaba expuesto en un museo de objetos espías en Nueva York.

Esta subasta contará con 400 piezas casi de película, todas con la más avanzada tecnología usada en la Guerra Fría. Como cajetillas de tabaco que en realidad eran grabadoras o un pintalabios llamado 'el beso de la muerte', diseñado para las mujeres y que escondía una pistola con una única bala.

Estos espías eran capaces incluso de implantar dientes llenos de cianuro por si la misión se veía comprometida. Todas estas piezas que parecen de película pero que fueron muy reales se pueden ver en el vídeo que acompaña a esta noticia.