La sensación de vivir el peor de los infiernos y pensar que iban a morir todos. Es el estremecedor relato de los españoles presentes en el aeropuerto de Estambul, como Fonsi y Jessica, una pareja de recién casados: "Pánico, tiros pa, pa, pa… nos queríamos ir rápido por la sensación de que podía volver a pasar, recuerdo fresco del 13N y el tío con el AK47 entrando a fusilar a la gente".

Pasaron más de una hora escondidos en un cuarto de contadores después de que les impidieran el paso a un hotel del aeropuerto. Encontrar una salida era lo que buscó desesperadamente, Lluis, un turista valenciano: "Todo el rato había disparos. Un chico forzó la puerta y bajamos a las pistas".

Los españoles supervivientes de la masacre nunca podrán olvidar lo que vieron mientras eran evacuados tras el atentado: "El horror absoluto, sangre por el suelo, cristales rotos".

En pocos minutos el sonido de un frenético ir y venir de ambulancias envolvió el exterior de la terminal de salidas. El miedo y el desconcierto era total. Una mujer estaba explicando lo que vio cuando un ruido la sobresalta, pensaba que era una nueva explosión. "Hay gente herida que cayó delante de mis ojos, cuatro personas murieron reventadas por la explosión".

Después de cuatro atentados en los últimos ocho meses que dejan 200 muertos, el pueblo turco dice basta. "Estamos muy enfadados con el Gobierno. En cualquier país habría dimitido el presidente o el primer ministro", explica Olgum, guía turístico turco.

Además el apagón informativo por la censura del Gobierno en relación al atentado de Estambul les indigna todavía más. "Está prohibido publicar noticias. Nos enteramos por medios extranjeros", explica una estudiante turca.

El terrorismo está secando una de las principales fuentes de Turquía: los ingresos por turismo. Los visitantes han caído en picado, un desplome sin precedentes por los continuos ataques sangrientos que el Gobierno no es capaz de contener.