Hace meses, un egipcio
con trastornos mentales sembraba el terror en un vuelo de Egyptair. Portando un
falso chaleco de explosivos, secuestraba un avión con 62 personas a bordo. Tras
seis horas de angustia, liberó al pasaje. Además, fue un mecánico de esta misma
aerolínea, y simpatizante de Daesh, el que el pasado mes de octubre colocó a
bordo la bomba que derribó un avión ruso con 224 personas a bordo. No hubo
supervivientes.
LA COMPAÑÍA, EN UNA MALA RACHA