Europa es nuevamente escenario del éxodo por una guerra, algo que no se veía desde el siglo pasado. "La guerra se ha quedado con mi vida, la de mis amigos, la de mi familia", relata una víctima de este conflicto bélico iniciado por Putin. Ya se ven largas colas de personas en carreteras y calles intentando huir de Ucrania. El silencio se mezcla con la desperación. Por los pasos fronterizos no paran de llegar autobuses repletos de historias de lo más duras.

Desorientados por la premura y la angustia del viaje, los refugiados recogen sus primeros viberes en días. La ayuda humanitaria improvisada inunda el suelo de las fronteras. "Es una respuesta de emergencia que no se veía en Europa desde los años 80 y 90", ha explicado en laSexta Vicente Raimundo, director de Cooperación Internacional de Save The Children. Ucrania se desangra por todas sus fronteras y, mire donde se mire, hay demasiados niños.

"Niños, mamás, pasaron la noche fuera, dejándolo todo atrás", ha lamentado James Leder, miembro de UNICEF en la frontera con Ucrania. Hoy, más de 370.000 personas han salido ya de Ucrania; por Polonia, unos 156.000; por Eslovaquia, 7.200; por Hungría, 26.000; por Rumania, 15.000; o por Moldavia, 32.000. Pero no todos han conseguido huir. En Ucrania solo quedan las bombas y el sonido de las sirenas. Y para muchos ucranianos, solo hay dos salidas: esconderse o huir.

Así lo vivió Natascha, que hizo las maletas en 20 minutos para huir a 50 kilómetros de Kiev con su marido, una abuela de 82 años y sus dos hijos: "Cuando tus niños ven el cielo de color naranja, escuchan disparos y explosiones, esa decisión se toma muy rápido". Lo contó en laSexta Noche, desde el interior de un armario para evitar ser descubierta por la luz de su móvil, lista para defender a su familia: "Nos preparamos en 2014. Desde entonces, el arma está en nuestra casa".

Olena también pasa las noches a oscuras. "Estoy debajo de una manta con mi teléfono para que no se vea en la calle", contó también en laSexta Noche. Huyó de Kiev, desesperada, con sus hijos, cuando los tanques entraron en la ciudad. Lo más difícil, según ha dicho, es convencerles de que todo está bien, alejarles de la idea de la guerra recreando escenarios donde han sido felices: "En el primer día en casa les decía que era el lugar más seguro, aunque no lo era". Esta cuarta noche de bomabardeos se refugian en casa de sus abuelos, donde pasaban los veranos.

Otros, como Kristina y Oleksii, lo hacen en el búnker de su edificio mientras ayudan como pueden. "Alguien compra equipamiento militar, nosotros damos entrevistas para contar lo que está pasando". No tienen pensado huir. Han crecido con la guerra, en Donekst y Crimea: "Somos una pareja que ya conoce qué es la guerra, el sonido de las bombas y las tropas rusas". Y están dispuestos a todo por defender ese sueño ucraniano.