Una Navidad politizada
Un Trump en 'modo grinch' asegura en un acto navideño con niños que vigila que un Santa Claus "malo" no entre a EEUU
Los detalles A otra menor, que expresó que no quería carbón como regalo, el presidente le respondió con una broma sobre lo "limpio y hermoso" que es el carbón, reivindicando así el uso de fuentes de energía fósiles.

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Durante la tradicional llamada de Nochebuena para que los niños sigan el recorrido de Santa Claus, Donald Trump aprovechó para hacer propaganda de su rechazo a los migrantes. Desde su mansión en Florida, el presidente estadounidense aseguró a un menor que evitaría que un Santa Claus "malo" se infiltrara en el país, reflejando su retórica antimigratoria. Trump también politizó la conversación navideña al hablar con niños sobre su amor por ciertos estados clave en las elecciones y al bromear sobre el carbón como regalo, reivindicando las energías fósiles. Este gesto, nacido en 1955 como símbolo de cercanía, quedó eclipsado por un discurso divisivo.
* Resumen supervisado por periodistas.
Donald Trump ni siquiera deja pasar un acto navideño con niños para hacer propaganda de su rechazo hacia los migrantes. Durante la tradicional llamada de Nochebuena, organizada para que niños sigan el recorrido de Santa Claus, el presidente estadounidense aseguró este miércoles 24 de diciembre a un menor que se ocuparía de impedir que un Santa Claus "malo" se infiltrara en el país, trasladando a un espacio infantil su retórica abiertamente xenófoba y antimigratoria.
La escena tuvo lugar desde Mar-a-Lago, la mansión privada del mandatario en Florida, donde Trump y la primera dama, Melania Trump, participaron en el centro de llamadas que cada año organiza el Comando de Defensa Aeroespacial de América del Norte (NORAD, por sus siglas en inglés).
En lugar de limitarse al tono festivo del evento, el presidente insistió en la idea de "monitorear" a Santa Claus para asegurarse de que no sea un "infiltrado", un lenguaje que refleja la obsesión por controlar y limitar los derechos de los migrantes que ha marcado el primer año del líder republicano en esta segunda etapa en la Casa Blanca.
Pero el magnate no solo puso sobre la mesa la cuestión migratoria ante unos menores que poco o nada entendían sobre las proclamas que estaba soltando. A un niño de Oklahoma le recordó que "ama" ese Estado porque fue clave para ganar las elecciones, y le pidió que "nunca" se vaya, politizando incluso una conversación navideña.
A otra menor, que expresó que no quería carbón como regalo, el presidente le respondió con una broma sobre lo "limpio y hermoso" que es el carbón, reivindicando así el uso de fuentes de energía fósiles y mofándose en cierto modo de las políticas verdes defendidas tanto por Europa como por la oposición estadounidense. El tono incómodo se repitió cuando, entre risas, le dijo a un niño de Pensilvania que esperaba que su madre "hubiera votado de forma correcta".
Mientras el Norad hablaba del recorrido de Santa Claus por países como la República Checa, Suecia y Dinamarca, el presidente transmitía esos datos a los niños, sentado en un sillón dorado junto a un árbol de Navidad.
La tradición, que nació en 1955 por un error telefónico que llevó a cientos de niños a llamar por accidente a un comandante militar, surgió como un gesto de cercanía y fantasía. Setenta años después, bajo Trump, ese espíritu quedó eclipsado por un discurso que incluso en Navidad insiste en dividir, vigilar generar crispación y hacer campaña a las puertas de las elecciones de medio mandato.
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