El hecho de sobrevivir a un accidente de avión ya es una hazaña increíble . Pero además, después de pasar por esa odisea, dos pilotos hawaianos también han conseguido salir ilesos después de nadar durante más de 21 horas entre medusas y tiburones.

Se trata de los pilotos de la compañía Mokulele Airlines, David McMahon, de 26 años, y Sydnie Uemoto, de 23. La ruta que debían hacer iba desde Oahu a Isla Grande. Cuando despegaron todo iba conforme a lo previsto, hasta que uno de los motores empezó a fallar. Sin embargo, era algo a lo que estos pilotos experimentados estaban acostumbrados, y supieron mantener la situación bajo control.

Las complicaciones llegaron cuando el segundo motor se paró, ante lo cual lo único que les quedaba era emitir llamadas de socorro. En poco tiempo, el avión se precipitó en el mar, en una posición a 40 kilómetros de la costa más cercana.

Treinta minutos después, el chaleco salvavidas de McMahon comenzó a desinflarse. Durante las siguientes 20 horas, tuvieron que permanecer en el océano evitando el ataque de medusas y tiburones que nadaban en la zona. El rescate se complicó, porque el oleaje les ocultaba de los helicópteros que les buscaban.

"Estave un poco aturdida durante un tiempo, viendo cómo la cabina del avión se inundaba, y sólo oía a David decir que teníamos que salir de allí", ha relatado Uemoto, cuya cabeza sufrió varias lesiones, a la cadena de televisión 'Hawai News Now'.

La piloto temía que su sangre empezara a atraer a los tiburones, por eso se negó a salir de la cabina, pero su compañero le dijo: "No se puede pensar en eso ahora". David consiguió convencerla de salir de allí, y el avión se hundió en el océano minutos después.

"No tenía miedo", ha dicho McMahon, confiando en que los equipos de rescate habían oído su llamada de socorro. "Pensé que acabamos de sobrevivir a un accidente de avión, que lo peor había pasado, y que sólo tendríamos que esperar a que viniese el guardacostas", ha explicado.

Sin embargo, el piloto se equivocaba. Media hora después del accidente, el chaleco salvavidas de McMahon se desinfló, y tuvo que nadar y patalear en el agua para no hundirse. Fue entonces cuando vio frente a él una sombra negra, que, según ha asegurado, supo "inmediatamente que era un tiburón".

El escualo les rodeó durante 15 minutos. Uemoto preguntó a McMahon que debían hacer en caso de que el tiburón se acercase a ellos, a lo que su compañero le aconsejó: "Hay que mirarle directamente a los ojos".

No era el único animal peligroso que se encontraba en la zona, los pilotos también han afirmado que varias medusas subieron a la superficie cuando cayó la noche, las cuales picaron los brazos de Uemoto. Pero pese al dolor que le producían, ha asegurado que fueron estas las que alejaron al tiburón, cuyo daño hubiese sido peor.

Finalmente, después de 21 horas, los helicópteros pudieron localizarles gracias a la luz del día. "No parábamos de agitar las manos", ha asegurado Uemoto. "Después vimos que estaban volando en círculos, y supimos que nos acaban de ver", ha explicado.

"En todo momento sabíamos que íbamos a volver a casa", ha concluido McMahon en su relato sobre una odisea marítima, que él y su compañera vivieron hace un mes al más puro estilo de Ulises.