"Brexit significa Brexit". Esta fue, durante mucho tiempo, la consigna más repetida por Theresa May tras convertirse en primera ministra del Reino Unido. Casi tres años después, el próximo 7 de junio renunciará oficialmente al liderazgo del partido conservador, poniendo fin a un mandato en el que el Brexit ha sido protagonista indiscutible.

Aunque sin ser especialmente europeísta, May tampoco se enmarcó nunca entre los rupturistas. Sin embargo, a su paso por Downing Street apenas ha habido sitio para nada que no fuera la salida de la Unión Europea.

Casi desde que asumió el entuerto que le dejó su predecesor, David Cameron, tras el referéndum de 2016, May ha estado constantemente peleando por su vida política y la del acuerdo de divorcio que pactó con Bruselas.

Un acuerdo que, tras meses de negociaciones europeas, inmediatamente fue contestado como "inaceptable" en Westminster, incluso desde su propio partido, y rechazado hasta en tres ocasiones por la Cámara de los Comunes.

Desde entonces, May ha capeado una lluvia de dimisiones -hasta 36 ministros habían abandonado el barco-, mociones en contra, una histórica reprobación del Parlamento a su Gobierno y un sonado batacazo electoral en 2017.

Sin embargo, la 'premier', inasequible al desaliento, seguía hacia adelante, convencida de que el rumbo adoptado era el "correcto".

Pese a ello, y entre constantes peticiones de dimisión, Westminster le tiró a la cara tres veces su plan para el Brexit, en algunas de las sesiones más broncas que se recuerdan en el Parlamento británico. Todo, a pesar de que ella se ha dejado la piel, la voz y hasta la paciencia de los 27, para convencer a sus señorías.