David Cameron encaraba sonriente su último día como mandamás británico. A media mañana, aparentemente relajado, se dirigía a su último pleno de Control. Una sesión ligera y trufada de bromas.

Cameron, flanqueado por su mano derecha y su recambio, Theresa May, ha aprovechado para desmentir dos rumores de que vaya a participar en 'Mira quien baila' y que no quiera a su gato Larry, al que deja en Downing Street.

Entre los pocos temas serios que se han colado en el orden del día ha destacado especialmente la negociación del Brexit. Cameron le deja un encargo a su sucesora: "Asegurarnos de mantener los beneficios de la UE mientras la abandonamos".

Después ha dejado la cámara entre aplausos y una ovación cerrada con la práctica totalidad de diputados puestos en pie, camino del ‘número 10’ para recoger sus últimas cosas. De allí salía, por última vez de la mano de su esposa e hijos.

A media tarde, un té con Isabel II, quizá un tanto agridulce, ponía fin a su mandato. Le pisaba los talones Theresa May, que ha dejado la cartera del Interior para recoger la de la Jefatura del Gobierno de manos de la Reina.

Una maleta pesada, cargada con losas como el 'Brexit', un país dividido o un partido por reconstruir que la segunda Dama de Hierro ha dejado en sus nuevos aposentos.