Los centros de votación están abiertos para que los algo más de siete millones de electores puedan depositar los sufragios que permitirán renovar el Riksdag (Parlamento). La atención está sobre todo puesta en los resultados que puedan obtener tanto los grandes partidos como la ultraderecha Demócratas de Suecia (SD, siglas en sueco).
El Gobierno saliente, presidido por el socialdemócrata Kjel Stefan Löfven, es una coalición entre el Partido Socialdemócrata y los Verdes, con el apoyo externo de los excomunistas. Entre los tres reunieron casi el 44% de los votos de los comicios celebrados hace cuatro años, aunque el Gobierno ha tenido que superar la amenaza de elecciones anticipadas, mociones de censura, y salidas forzadas de ministros.
El Partido Moderado (conservador, en la oposición) obtuvo el segundo puesto en aquellos comicios, en los que el SD alcanzó casi el 13% pero aquel rechazó pactar con la ultraderecha. Los sondeos apuntan a que la situación será ahora más complicada: casi todas las encuestas colocan al SD segundo con cerca del 20%, por delante de los conservadores y a cinco o seis puntos de los socialdemócratas.
No obstante las variaciones de hasta ocho puntos que dan los sondeos al SD han contribuido a que aumenten las dudas sobre sus pronósticos y acerca de los métodos de los institutos de opinión para medir el apoyo a este tipo de partidos.
La ultraderecha sueca, que se ha beneficiado de la crisis por la oleada de refugiados llegados en los últimos años, aspira a reforzar su papel de árbitro y romper el aislamiento creciendo tanto que no pueda ser ignorada por el resto de partidos, de los que lo separa también su postura a favor de la salida de la Unión Europea (UE).
Según las leyes electorales suecas, no es necesario tener mayoría absoluta para gobernar, basta con no tener una mayoría en contra. El líder conservador, Ulf Kristersson cuenta con que la ultraderecha permita un ejecutivo de centroderecha antes que dejar mandar a la izquierda. Pero el líder del SD, Jimmie Åkesson, ya ha avisado de que su apoyo no es automático y menos gratuito, aunque sus electores parecen apoyar un eventual Gobierno con los conservadores.
El resto de los partidos, especialmente los socialdemócratas, ha centrado buena parte de sus ataques en campaña en el partido de Åkesson. Durante la campaña electoral la inmigración y la delincuencia han sido por primera vez cuestiones dominantes y han restado protagonismo a asuntos habituales como el modelo de bienestar, los impuestos y la sanidad.
Los 163.000 solicitantes de asilo recibidos en 2015 por Suecia (la cifra per cápita más alta de la Unión Europea) colapsaron el sistema de acogida sueco y el país ha pasado de tener la política de asilo más generosa de la UE a impulsar políticas más restrictivas.