La población de Shanghái está en la desesperación más absoluta: llevan dos semanas de confinamiento estricto por COVID-19 y algunos habitantes denuncian que se han quedado sin comida.
Como señal de desahogo, los habitantes de la ciudad gritan por las noches a través de sus balcones. Unos nervios que se llevan peor aún en los hospitales de campaña, donde miles de contagiados siguen encerrados en espacios minúsculos.
No se vive mejor en los centros de cuarentena para asintomáticos: en algunos, aún a medio construir, ya duermen enfermos y muchos de ellos sobre colchonetas en el suelo.
En las calles, casi desiertas, la situación no mejora y se repiten las escenas de sanitarios y civiles enfrascados en peleas y cuerpos de seguridad utilizando varas de metal para mantener a distancia a los posibles asintomáticos que se hayan saltado el confinamiento.
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Pese a las cifras récord de contagios en la ciudad, más de 25.000 en las últimas horas, han decidido rebajar las restricciones: los barrios que pasen al menos dos semanas sin detectar un solo positivo podrán recuperar algo de libertad.