Dentro de la embajada de Ecuador, Julian Assange era espiado constantemente, incluso cuando estaba con sus abogados. Todo se grababa para los "amigos americanos". Pero, ¿quiénes eran?

"Cuando preguntaba a mi jefe insistentemente quiénes eran 'los amigos americanos' me respondía que era 'la inteligencia de Estados Unidos'". Así lo declaraba uno de los testigos protegidos del caso, ex trabajadores de la empresa que protegía y espiaba a Assange.

Cuentan que "los americanos" llegaron a pedirles que robaran un pañal a un bebé porque acudía mucho a la embajada y querían practicar una prueba de ADN para saber si era hijo del fundador de Wikileaks. No llegaron a robarlo.

También les hicieron mentir. "En varias ocasiones fui preguntado por el señor Assange si las nuevas cámaras grababan audio, respondiendo que no, tal y como me había indicado mi jefe", admitió uno de los testigos.

Las cámaras, sin embargo, sí que grababan sonido. Las instalaron por gran parte de la legación diplomática y a petición de su jefe, David Morales, incluso intentaron que emitiesen en directo tres señales distintas. Así se recoge en un email que habla de tres "conexiones Streaming (una para Ecuador, una para nosotros y otra para X)".

¿Quién era esa X? ¿A quién le interesaba ver y oír el día a día de Assange? Otro testigo protegido coincide en señalar a Estados Unidos.

Para configurar el sistema de videovigilancia, recibieron un manual en inglés, aunque todos eran de Jerez de la Frontera, y les dijeron que tenían que darle acceso a X sin que Ecuador se enterase. Aun así, la inteligencia ecuatoriana sospechó. "Tengamos mucho cuidado con la información que transmitimos (…) SENAIN nos está investigando", recoge otro de los correos.

Para evitarlo, el jefe de la empresa de seguridad pidió por mail que no desvelaran sus viajes a Estados Unidos ni su alojamiento: el hotel de Sheldon Adelson, magnate muy cercano a Donald Trump y cuyo jefe de seguridad recomendaba los trabajos de la empresa española. Contactos de los que David Morales estaba orgulloso: "Soy un mercenario" o "vamos a jugar en primera división", llegó a decir a sus empleados.

Mientras, en Londres, Julian Assange seguía con su día a día sin saber hasta dónde llegaba el espionaje.