El fin de las evacuaciones internacionales en Afganistán se ha producido con la noticia más temida por los países occidentales. Este jueves, en los alrededores del aeropuerto de Kabul, se produjeron dos atentados que se han cobrado, como mínimo, la vida de 95 personas, mientras el número de heridos asciende a 150.

Y este mismo jueves se supo la autoría de estos crímenes. Tal y como adelantaba la agencia de noticias Amaq, el Daésh (Estado Islámico) se ha atribuido estos ataques. Además, de acuerdo con los servicios de inteligencia estadounidenses, fue una rama muy concreta de esta organización terrorista la que perpetró los atentados: el ISIS-K o Provincia del Estado Islámico de Khorasan.

Se trata de una filial regional del autodenominado Estado Islámico, que comprendería el noreste de Irán, Afganistán, Pakistán y otras áreas de Asia Central. Según los informes de Naciones Unidas, están en activo, aproximadamente, desde el año 2015, y en los últimos meses han aumentado sus recursos.

Entre 500 y 1.500 combatientes dispuestos a atentar

El Consejo de Seguridad de la ONU desgrana en un informe del pasado mes de julio lo peligrosa que es esta filial yihadista. De hecho, según el documento, "el ISIS-K ha dado prioridad al reclutamiento y entrenamiento de nuevos partidarios, y sus líderes también esperan atraer a los talibanes intransigentes y a otros militantes".

Es decir, se trata de un grupo que está en expansión y que, según los datos recogidos por el ente internacional, a día de hoy contaría con entre 500 y 1.500 combatientes. Sin embargo, hay estimaciones que apuntan a que, en el medio plazo, dicho número podría ascender hasta las 10.000 personas.

Además, "a pesar de las pérdidas territoriales, de liderazgo, de personal y financieras durante 2020", escribe la ONU, ahora se han trasladado a otras provincias, entre las que está Kabul, capital de Afganistán, y donde los combatientes han formado células dispuestas a atacar.

Enemigos de los talibanes y extremadamente violentos

Los talibanes han mantenido durante muchos años vínculos estrechos con Al Qaeda, pero este no ha sido el caso con el Daésh. Tal y como explicaba este jueves en Más Vale Tarde Jesús Núñez, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria, los talibanes "van a tener muy difícil mantener sus vínculos".

Estos se comprometieron en el acuerdo de febrero del pasado año con Estados Unidos a hacer lo posible para que el terreno no fuese usado por los yihadistas, pero, según Núñez, "no tienen ni la capacidad" para hacerlo. Además, el ISIS-K es, prácticamente, su enemigo número uno: desde que en 2020 los talibanes firmaran un acuerdo con Estados Unidos para la retirada de tropas, la rama les ha declarado la guerra.

Por otra parte, la filial del autoproclamado Estado Islámico es especialmente conocida por su violencia. Sin ir más lejos, según detallan las Naciones Unidas en su informe, ya se proclamaron como autores de un brutal ataque el pasado 8 de junio, en el que diez colaboradores humanitarios fueron asesinados en la provincia de Baghlan, al norte de Afganistán.

Ahora bien, su sede está en la parte este del país, concretamente en la provincia de Nangarhar. Muy cerca de ahí se cruzan diversas rutas de tráfico de drogas y personas que entran y salen de Pakistán. Como describía la ONU, ahora, a priori, están en un momento de debilidad, ya que llegaron a contar con hasta 3.000 combatientes. Sin embargo, factores como la marcha de EEUU de Afganistán, el aumento del radicalismo y su capacidad para reclutar soldados hacen que sigan siendo una de las principales amenazas del territorio, incluso para el Gobierno talibán.

En este sentido, Núñez era claro con respecto al futuro del inminente dominio talibán del Estado: "No tienen la capacidad de controlar su propio país". Afganistán es un lugar de descontrol en el que viene más violencia a la vuelta de la esquina", concluía el experto.