Aunque menos conocida que la mutilación genital o los matrimonios forzados, el planchado de senos es una de las formas de violencia que sufren niñas y adolescentes en algunas regiones de África.

Se trata de una tradición que suelen llevar a cabo las madres y que consiste en masajear o golpear los pechos de las menores con objetos duros y calientes, como piedras, morteros de madera o cinturones con los que se comprime el pecho.

El objetivo de esta dolorosa práctica es destruir el tejido mamario para frenar o revertir el desarrollo de los pechos de las niñas cuando llegan a la pubertad, con el supuesto fin de que no resulten atractivas para los hombres y 'protegerlas' así de sufrir acoso sexual o un embarazo precoz.

Se trata de una tradición arraigada en algunas regiones de África occidental y, particularmente, en Camerún, donde hasta un cuarto de las mujeres la habrían padecido en algún momento de sus vidas, según un estudio realizado en 2006 por la ONG camerunesa Red Nacional de Asociaciones de Tías, con apoyo de la Sociedad Alemana para la Cooperación Internacional.

Este informe, uno de los escasos análisis cuantitativos realizado sobre esta problemática, citado por otro estudio del Feinstein International Center, apunta a que la edad en que las niñas sufren esta abusiva intervención oscila entre los ocho y los doce años.

Según el informe de este centro de investigación, perteneciente a la Universidad de Tufts (Boston, EEUU), generalmente la madre, tía u otra pariente mujer mayor es la encargada de realizar el procedimiento, extendido también a países del oeste y centro del continente como Guinea-Bisáu, Chad, Togo, Benín, Guinea-Conakry, Costa de Marfil, Kenia y Zimbabue.

Un palo utilizado en el planchado de senos en Douala, Camerún

Sin embargo, el planchado de pechos habría trascendido las fronteras del continente africano. Según publicaba en enero de este año el diario 'The Guardian', hasta 1.000 niñas de la diáspora camerunesa en Reino Unido habrían sufrido esta práctica, penada como abuso infantil en el país británico.

Una tortura invisibilizada, que puede tener importantes consecuencias físicas, pero también psicológicas. En este sentido, pese a la falta de estudios médicos específicos sobre sus efectos, el mencionado informe cita, además de dolor y quemaduras, problemas como abscesos, quistes, cicatrices, dificultades en la lactancia, infecciones e incluso casos de cáncer de mama, disimetría de los pechos o la desaparición completa de uno o ambos.

Además, las víctimas pueden experimentar angustia, rechazo hacia el propio cuerpo y sentimiento de culpa o frustración si los pechos crecen más adelante. La depresión y baja autoestima son otros efectos psicológicos de esta práctica aún por erradicar.