Como resultado de la caída en picado durante 29 segundos, el personal militar acabo aterrorizado. El teniente de vuelo, Andrew Townshend, afirmó que estaba "clavado en el techo y pensé que íbamos a morir", según recoge el diario The Telegraph. El avión Voyager de repente se hundió a 1.340 metros hacia el Mar Negro durante 29 segundos.

En su declaración al tribunal, el Teniente Townshend dijo que la razón de sacar la cámara es que estaba "aburrido" mientras volaba desde el Reino Unido al Campamento Bastión en Afganistán y estaba "practicando una fotografía de larga exposición" cuando su copiloto salió de la cabina para tomar una taza de té.

El piloto colocó su cámara Nikon DSLR delante de su reposabrazos y se atascó con los controles del avión cuando movió su asiento hacia delante. La cámara se encajó entre el reposabrazos y el "palo lateral" (un joystick utilizado para controlar el avión), que lo empujó hacia adelante, desacoplando el piloto automático y haciendo que el avión comenzara a desplomarse.

Él piloto y el copiloto lucharon con los controles mientras se desplomaba hacia el mar y fueron capaces de recuperar la altura a tiempo. El Tribunal Militar de Bulford descubrió que Townshend mintió al presentar un informe técnico en el que atribuyó la causa del incidente a un fallo mecánico. Al parecer, volvió a mentir días más tarde bajo juramento en una investigación de servicio, al insistir que el incidente fue el resultado de un error técnico.