En Asni (Marruecos), hay entre 50 y 60 tiendas de campaña en las que viven familias enteras afectadas por los terremotos desatados hace una semana. Los recursos allí son escasos, sin la comida suficiente y sin apenas agua, usando la poca que hay para lavar su ropa.

"Llevamos aquí casi 10 días y no tenemos baños ni duchas", lamenta Mohamed, que lleva la misma ropa que tenía puesta el día del terremoto. Desde allí, piden ayuda para que su pesadilla termine de una vez y los niños puedan volver a ser niños.

Mientras, desde la base aérea de Marrakech, parten a diario helicópteros para llevar víveres a los habitantes de los rincones más inaccesibles del alto Atlas azotados por el seísmo. Es una tarea arriesgada, entre valles de montañas de más 2.000 metros de altura, donde aparecen diseminadas casas derruidas y es difícil encontrar una zona plana para aterrizar.

Se han repartido tiendas para los 28 (de 40) municipios de la provincia afectados por el seísmo. En total, dan cobijo a unas 100.000 personas de Al Haouz, que viven ahora bajo techos de plástico, esperando la reconstrucción de sus casas. Al escuchar el sonido de los helicópteros los aldeanos, como puntos diminutos de colores, saludan e indican un lugar al fondo del valle, pero la estrechez y el viento impiden el aterrizaje y mueven el aparato de lado a lado.

Por su parte, el imán de la mezquita de Asni, una de las localidades del Alto Atlas afectadas por el fuerte terremoto, llamó en la oración -la más importante de la semana- a "la resignación y paciencia" de los fieles ante esta catástrofe y destacó su coraje "al no rendirse al pánico".

Cuando se cumple una semana del terremoto mortal en esta y en el resto de localidades afectadas del Alto Atlas, los rezos se celebraron al aire libre junto a las mezquitas para evitar incidentes dentro de unos templos dañados por el temblor. En el caso de Asni, los fieles, todos hombres de diferentes edades, rezaron junto a la mezquita de su localidad, visiblemente afectada con fisuras en su minarete.