En el texto, firmado el pasado 25 de marzo en Loreto y publicado este martes 2 de abril, el Pontífice dedica un apartado a los abusos titulado 'Poner fin a todo tipo de abusos' en el que asegura que "ya no hay vuelta atrás" en la aplicación de "acciones y sanciones" y en el que invita a los jóvenes a exigir "coherencia" a sacerdotes y religiosos.

"A los jóvenes les pido que cuando vean un sacerdote en riesgo, porque ha perdido el gozo de su ministerio, porque busca compensaciones afectivas o está equivocando el rumbo, atrévanse a recordarle su compromiso con Dios y con su pueblo, anúncienle ustedes el Evangelio y aliéntenlo a mantenerse en la buena senda. Así ustedes prestarán una invalorable ayuda en algo fundamental: la prevención que permita evitar que se repitan estas atrocidades", subraya Francisco.

Así, asegura que en medio de esta "nube negra", la juventud puede aportar "mucho" con su capacidad "de renovar, de reclamar, de exigir coherencia y testimonio, de volver a soñar y de reinventar".

En todo caso, el papa precisa que "los sacerdotes que cayeron en estos horribles crímenes no son la mayoría". Además, añade que este "no es el único pecado de los miembros de la Iglesia, cuya historia tiene muchas sombras" y que estos pecados están visibles porque la Iglesia no se hace "cirugías estéticas".

"Nuestros pecados están a la vista de todos; se reflejan sin piedad en las arrugas del rostro milenario de nuestra Madre y Maestra. Porque ella camina desde hace dos mil años, compartiendo los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres. Y camina como es, sin hacerse cirugías estéticas.

No teme mostrar los pecados de sus miembros, que a veces algunos de ellos intentan disimular", agrega. En medio de este "drama" que, según reconoce, les "duele en el alma", en este "momento oscuro", el Pontífice confía en que con la ayuda de los jóvenes, la Iglesia podrá "abrirse a un nuevo Pentecostés y empezar una etapa de purificación".

Por otro lado, Francisco ha pedido una Iglesia católica que apoye y preste atención a las "legítimas reivindicaciones de las mujeres" aunque no comulgue con todo el discurso feminista. "Una iglesia demasiado temerosa y estructurada puede ser permanentemente crítica ante todos los discursos sobre la defensa de los derechos de las mujeres, y señalar constantemente los riesgos y los posibles errores de esos reclamos. En cambio, una iglesia viva puede reaccionar prestando atención a las legítimas reivindicaciones de las mujeres que piden más justicia e igualdad", subraya.

Francisco también invita a reconocer el "autoritarismo" de los hombres en el pasado y la "violencia machista". "Una Iglesia viva puede recordar la historia y reconocer una larga trama de autoritarismo por parte de los varones, de sometimiento, de diversas formas de esclavitud, de abuso y de violencia machista", puntualiza.

Con esta mirada, según añade, la Iglesia será capaz de "hacer suyos" los "reclamos" de los derechos de las mujeres "y dará su aporte con convicción para una mayor reciprocidad entre varones y mujeres, aunque no esté de acuerdo con todo lo que propongan algunos grupos feministas".

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