"El soberanismo es una actitud de aislamiento. Estoy preocupado porque se escuchan discursos que se parecen a los de Hitler en 1934. Primero nosotros. Nosotros. Nosotros. Son pensamientos que dan miedo. El soberanismo es cerrazón. Un país debe ser soberano, pero no cerrado. Hay que defender la soberanía, pero también hay que proteger y promover las relaciones con los demás países, con la Comunidad Europea. El soberanismo es una exageración que siempre acaba mal: lleva a las guerras", avisa el el papa.

Asimismo, Francisco alerta de los populismos. "Es lo mismo. Al principio no lograba entenderlo, porque, estudiando Teología, profundicé el popularismo, es decir, la cultura del pueblo: pero una cosa es que el pueblo se exprese y otra es imponerle al pueblo la actitud populista. El pueblo es soberano (tiene una manera de pensar, de expresarse y de sentir, de evaluar), en cambio los populismos nos llevan a los soberanismos: ese sufijo, 'ismos', nunca hace bien", insiste. Además, el Papa subraya que "Europa no puede y no debe deshacerse".

Además, señala como algo positivo que haya sido nombrada una mujer, Ursula von der Leyen, a la cabeza de la Comisión europea. "Una mujer puede ser adecuada para volver a poner en marcha la fuerza de los padres fundadores. Las mujeres tienen la capacidad de acomunar, de unir", añade.

Sobre la política migratoria, el papa apuesta por tener "las puertas abiertas, no cerradas", por "acompañar" a los migrantes e "integrarles". En caso de que su número supere las capacidades de acogida de un Estado, el Pontífice propone resolver la situación "mediante el diálogo con los demás países".

También sugiere "creatividad". "Por ejemplo, me contaron que en un país europeo hay pequeñas ciudades semivacías debido a la disminución demográfica. Se podrían mudar allí algunas comunidades de migrantes, que, además, serían capaces de volver a poner en marcha la economía de la zona", plantea.