Alemania celebra los 30 años de su propia reconciliación. El 9 de noviembre de 1989, los alemanes de la República Federal de Alemania (RFA) y los de la República Democrática Alemana (RDA) se agolpaban frente a un muro que iba a ser derribado de forma inminente. La expectación era máxima: tuvieron que pasar 28 años para que cayeran los 155 kilómetros de hormigón armado que dividían la ciudad en dos países diametralmente opuestos en sus sistemas y formas políticas.

30 años después, los alemanes conviven con escombros de un pasado que sirve para recordar la necesidad de unión de un pueblo en pos del progreso y la libertad. Sin embargo, estos fragmentos que aún se conservan del muro no son la única huella del mismo que puede verse a día de hoy. Hay otro rastro que prueba la existencia de las dos caras de Berlín no mucho tiempo atrás. Y solo se puede ver desde el espacio.

Fue el astronauta neerlandés André Kuipers el que se dio cuenta de este fenómeno durante una misión en la Estación Espacial Internacional. Realizó una fotografía en la que se observa la ciudad de Berlín por la noche. En la imagen no hay rastro del muro que partió la capital alemana. Al menos, no fisicamente, porque el detalle está en las luces.

Al tomar la instantánea, Kuipers se fijó en que el color de las luces de Berlín es diferente en un extremo y otro. En concreto, que las farolas y otros elementos de iluminación que poblaban las calle del antiguo Berlín Oriental se observaban con un tono anaranjado. En cambio, la instalación lumínica de la parte occidental de la ciudad son de un color más amarillento.

Cuando Kuipers vio los puntos en los que convergen ambas series de luces a lo largo de la ciudad descubrió que podía dibujarse con suma facilidad una línea que partía la ciudad en sitios donde ya lo hizo anteriomente el muro de hormigón armado. Otra fotografía realizada en 2013 por el astronauta canadiense Chris Hadfield daba cuenta con un poco más detalle de lo que había podido observar Kuipers un año antes.