Al menos 6,3 millones de niños menores de 15 años murieron en 2017 por causas en su mayoría prevenibles, lo que podría calcularse también como un niño cada cinco segundos, según un informe publicado por Naciones Unidas.

Según datos recogidos por el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), la Organización Mundial de la Salud (OMS), la División de Población de la ONU y el Grupo del Banco Mundial, la gran mayoría de las muertes se producen en los primeros cinco años de vida y alrededor de la mitad en recién nacidos.

"Si no se toman medidas urgentes, 56 millones de niños y niñas menores de cinco años morirán de aquí a 2030, la mitad de ellos recién nacidos", ha asegurado la directora de Datos, Investigaciones y Políticas de UNICEF, Laurence Chandy.

"A pesar de los progresos notables que hemos logrado desde 1990, millones de niños siguen muriendo simplemente debido a su identidad o al lugar donde han nacido. Con soluciones sencillas como medicamentos, agua potable, electricidad y vacunas podemos cambiar esa realidad para todos los niños", ha aseverado Chandy.

Según el informe, la mitad de las muertes de menores de cinco años en 2017 en todo el mundo se produjeron en África subsahariana, donde uno de cada 13 niños muere antes de cumplir cinco años, comparado con las cifras de países de altos ingresos, donde muere uno de cada 185.

"El hecho de que más de 6 millones de niños y niñas mueran antes de cumplir 15 años es un coste que simplemente no podemos permitirnos", ha explicado el director superior de Práctica Global de Servicios de Salud, Nutrición y Población del Banco Mundial, Timothy Evans.

"Es fundamental poner fin a las muertes evitables e invertir en la salud de los jóvenes para reforzar el capital humano de los países e impulsar de este modo su crecimiento y prosperidad de futuro", ha añadido Evans.

Naciones Unidas ha recalcado que el periodo más arriesgado para los niños es el primer mes de vida. Alrededor de 2,5 millones de bebés menores de un mes murieron en 2017. Además la ONU ha asegurado que los progresos desde 1990 para salvar las vidas de los recién nacidos han sido más lentos que en el caso de los niños menores de cinco años.