Así lo denuncia un informe de ONGs, encabezadas por Oxfam que piden a Italia y el resto de la UE que abandonen las políticas que impiden a estas personas llegar desde Libia.

La tortura, las violaciones y el trabajo esclavista se han convertido en el día a día de gran parte de los migrantes que quedan atrapados en Libia tras huir de la guerra, la persecución y la pobreza, hasta el punto de que el 80% reconoce que ha sufrido malos tratos en algún momento.

El documento, elaborado por Oxfam y sus socias italianas, MEDU y Borderline Sicilia, recoge los testimonios de hombres y mujeres que han llegado a la isla italiana de Sicilia tras cruzar el Mediterráneo desde Libia. En total, 158 voces -31 mujeres y 127 hombres- que dibujan una "terrible imagen". Sólo una de las mujeres entrevistadas afirmó que no había sido víctima de violencia sexual.

Esther, una nigeriana de 28 años, ha relatado el calvario vivido en la prisión de Zawia, donde permaneció retenida junto a su hermana unos cinco meses y se vio "forzada", a base de golpes y chantajes, a colaborar en las agresiones perpetradas contra otras mujeres.

"Tengo cicatrices en la cabeza y en el brazo derecho. Perdí al pobre niño que tenía en mi vientre debido a las palizas qe sufrí y mi hermana murió por los golpes y abusos", ha contado a las ONG.

Un 74% de las personas entrevistadas fueron testigos del asesinato o la tortura de alguno de sus compañeros de viaje, mientras que un 84% ha sufrido en sus carnes un trato inhumano que en ocasiones ha alcanzado el nivel de tortura.

Lamine, de 18 años y originario de Senegal, permaneció en una celda de Trípoli "llena de cadáveres". "Vi a militares rompiendo la nariz de un chico y golpearle tan fuerte en la cabeza que perdió los ojos. Me rompieron un dedo y me cortaron la pierna izquierda con un cuchillo", ha dicho, al recordar unas instalaciones de las que terminó escapando por la ventana del baño.

El estudio estima también que un 84% de los migrantes han visto negado el acceso a alimentos o agua durante su estancia en Libia, mientras que el 70% asegura que ha sido atado. Seis de cada diez no tuvieron acceso a la asistencia médica que necesitaban.

La exigencia de dinero y los chantajes son también abusos habituales entre este colectivo, como ha denunciado Banna, un gambiano de 28 años que se vio obligado a trabajar para pagar a las mafias el 'rescate' que le exigían.

Tuvo que hacer "todo tipo de trabajos" en condiciones de esclavitud e incluso colaboraba en robos nocturnos para lograr su liberación y evitar unas palizas que le han dejado graves secuelas -problemas de movilidad en los brazos, dolores de cabeza intensos y pérdida parcial de visión-.