Bielorrusia está dividida. Por una parte, este domingo ha tenido lugar una de las mayores manifestaciones contra el presidente electo, Aleksandr Lukashenko, que lleva gobernando el país desde 1994. Por otra, sus partidarios, que se han congregado en un mitin ofrecido en la capital, Minsk.

La de este domingo ha sido la octava jornada de protestas populares que exigen la dimisión del mandatario bielorruso. Los manifestantes, muchos de ellos vestidos de blanco, el color de la oposición, reclaman "cambios y no solo en el ámbito político". "Queremos que la vida humana se valore en nuestro país", afirman.

Por otra parte, están los partidarios de Lukashenko: aseguran que "la oposición está pagada" y que "son provocadores los que se adentran en la multitud".

Lukashenko dice que no entregará el país "ni muerto"

El presidente, en el que ha sido su primer mitin tras las elecciones, ha asegurado que la OTAN se estaría preparando para intervenir en el país si no se repiten los comicios, acusados de fraude, con "tanques y aviones a 15 minutos" de sus fronteras. Algo que la propia Alianza ha desmentido.

Además, Lukashenko ha afirmado que el presidente ruso, Vladímir Putin, estaría dispuesto a ayudarle militarmente si es necesario. Rechaza de plano repetir los comicios, asegurando que "ni muerto" entregará el país.

Contestaba así a la principal líder de la oposición, Svetlana Tikhanouskaya, que ha anunciado la creación de un comité para coordinar el traspaso de poder. "Necesitamos parar la violencia en las calles de Bielorrusia", afirmaba, pidiendo al Gobierno "que la pare y negocie".

Ahora se encuentra en Lituania, adonde decidió trasladarse con sus hijos ante las amenazas que había recibido. Una marcha que se producía después de un tenso encuentro con agentes del KGB bielorruso en la sede del comité electoral donde pretendía impugnar el resultado.

Esta profesora de inglés decidió presentarse a las elecciones después de que encarcelaran a su marido por desobediencia. Sus principales reivindicaciones son liberar a los presos políticos, conseguir unas elecciones libres y justas eliminar la dependencia de Moscú.

Aspiraciones, de momento, frustradas, aunque Tikhanouskaya afirma que "hace un año nadie pensaba que podríamos unirnos y decir 'no' al antiguo gobierno".