Con una foto y la victoria sobre Sonny Liston nacía en 1964 la leyenda del boxeador Cassius Cley, justo después comenzaría el verdadero mito. Cassius se hizo musulmán, se rebautizó como Muhammad Ali, y se negó a alistarse para ir a Vietnam. Un gesto por el que le apartaron del ring durante varios años.

Dicen que era mejor dentro del cuadrilátero pero su lucha continuaba, siempre, fuera de ring: "¿Quién es el más grande? Tú lo eres". Él sabía que casi nadie podía detenerle por eso, era capaz de fingir debilidad y peinarse en el descanso de un combate.

Su valentía e insolencia le llevaron a abrazar a Sadam Hussein o a luchar por los derechos de los negros junto a Mandela: "Anoche tuve un sueño, llegaba a África y escuchaba un estruendo. Tenía que vencer a Tarzán para poder gritar: soy el rey de la selva".


En 1996 el mundo se sobrecogió al verle temblar antes de encender la llama Olímpica. Ali tenía Parkinson: "Amigos hay una gran posibilidad de que esta sea mi última pelea". Pero no lo fue. Al gran boxeador todavía le quedaban hazañas increíbles. Un combate virtual contra su hija o recibir de George Bush la medalla a la libertad en la mismísima Casablanca.

Su lucha por los demás nunca cesó porque fuera de las cuerdas, Muhammad Ali, también fue el gran boxeador.... Ese que volaba como una mariposa y picaba como una abeja.