Un grupo de migrantes ha viajado durante meses para llegar a Estados Unidos. Fueron engañados y se subieron a unos autobuses en Texas. Les prometieron techo y trabajo. Sin embargo, 40 horas después les soltaron en una calle de Washington. Concretamente a las puertas de la vivienda de la vicepresidenta Kamala Harris.

"Nos dejaron a la deriva sin saber para dónde ir", explica uno de ellos. "Todo lo feo que pueda sucederle a un ser humano, le sucede a un migrante", añade otro. Estos traslados son frecuentes desde hace meses. Los gobernadores de Texas y Florida envían a los migrantes - que llegan a su territorio - a estados gobernados por los demócratas, como queja por unas medidas de control migratorio que, aseguran, son insuficientes. Ron Desantis, el de Florida, insistió hace unos días en rueda de prensa, que no eran un estado santuario.

Pero nunca habían llegado a una ubicación así, hasta la entrada de la vivienda de la vicepresidenta. Carla Bustillos, voluntaria de la Coalición ONG para migrantes, señala que la única razón era convertir esto en política. "El gobernador de Texas quería traer la crisis migratoria a casa de la vicepresidenta", añade.

El Gobierno ha cuestionado la actuación. De hecho, el propio Joe Biden achaca estos traslados a formas de presión ante las próximas elecciones de noviembre. "Los republicanos están jugando a la política con seres humanos usándolos como accesorios".

Cincuenta migrantes llegaron también a una exclusiva isla de Massachusetts, llamada Isla de Martha's Vineyard. Los trasladaron en avión sin saber a dónde se dirigían. Creían que venían de Texas a Boston. Les prometieron que tendrían trabajo y vivienda, señala a las cámaras la CEO de la isla, Elizabeth Folcarelli.

Todos ellos son personas que llegan en búsqueda de una vida mejor pero, que han sido convertidos en peones de un juego político.