Más de 12.000 personas afectadas y 20 pueblos quedaron completamente destruidos por el terremoto de 6,3 grados y las consecutivas réplicas que golpeó el oeste de Afganistán el pasado sábado, dejando más de 2.400 muertos y más de 2.000 heridos, según las organizaciones humanitarias y el gobierno.
Se estima que 12.110 personas, incluidas 1.730 familias, resultaron afectadas por el seísmo en cinco distritos de la provincia de Herat, donde ocurrieron los temblores, informó este martes en un escrito la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA). En el distrito más afectado, Zindah Jan, epicentro de los terremotos, la OCHA calculó que 1.350 familias sufrieron pérdidas totales, seguidas de 150 en Injil, 95 en Gulran, 60 en Khosan y 30 en Robat-e-Sangai, todas ubicadas en la provincia de Herat.
En Zindah Jan el 100% de las casas quedaron completamente destruidas y se buscan todavía 485 personas, 294 de ellas mujeres, agregó la OCHA. El Gobierno de los talibanes calcula que unos 4.500 murieron o están heridos por el terremoto, pero "es difícil señalar el número exacto de muertos y heridos", dijo ayer el portavoz del Ministerio de Gestión de Desastres del Gobierno de los talibanes, el mulá Janan Sayeq.
Hasta el último balance ofrecido ayer, los muertos superaban los 2.400. Además de eso, "20 aldeas quedaron completamente destruidas y toda la gente necesita ayuda con alimentos, material no alimentario y refugio", según el portavoz. Afganistán sintió en la jornada de sábado al menos siete temblores.
El primero de todos, el de mayor magnitud, ocurrió a las 12.11 (+5.30 GMT) a 14 kilómetros de profundidad y a 33 kilómetros de Zindah Jan, ubicada en la provincia de Herat, según el USGS. Otros tres sismos de hasta 5,1 de magnitud se sintieron ayer la misma región mientras tienen lugar las operaciones de rescates.
Las autoridades afganas, en su últimos balance, estimaron que los muertos y los heridos superan los 4.500. Este es el tercer terremoto más mortífero desde 1998 en Afganistán y la peor tragedia que han tenido que afrontar los talibanes desde que tomaron el control de Afganistán en agosto de 2021, sin acceso al sistema financiero y las reservas internacionales.