Mariúpol lleva dos semanas asediada. Allí, sus ciudadanos se ven obligados a beber agua hirviendo la nieve que cae sobre la ciudad. El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, ha asegurado que llegará ayuda a la ciudad, que suplica la apertura de corredores humanitarios.
La tónica de la ciudad desde el inicio de la ofensiva es el impacto de bombas en fachadas de edificios residenciales. Ahora, es difícil reconocerla. Los habitantes de la ciudad no tienen luz, calefacción ni agua corriente.
Según apunta Zelenski, hay más de 10.000 evacuados, pero eso solo supone un 3% de una población de más de 420.000 residentes con la que cuenta Mariúpol. La situación de catástrofe humanitaria se mantiene a la espera de la apertura de esos corredores humanitarios y de la llegada de convoyes con ayuda.
Al menos 1.600 civiles han muerto en la ciudad en lo que llevamos de conflicto, situación de la que Rusia culpabiliza a Ucrania. Una de las evacuaciones pendientes es la de unos 80 ciudadanos turcos que se habrían refugiado en la mezquita de la ciudad y cuya evacuación han hablado entre el ministro de exteriores turco y Lavrov.
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Mariúpol es la pieza que le falta a Rusia para hacerse con el sur de Ucrania y el mar de Azov. Ya controlan otras ciudades como Berdiansk o Jersón. Allí, pese a todo, hay protestas contra los ocupantes, vecinos que se resisten a someterse a un nuevo gobierno.