Cuando llegó Bergoglio la Iglesia ya llevaba mucho tiempo dando tumbos, hubo hasta lucha papal. "De Marcial Maciel, un depredador en México al que Juan Pablo II denominó apóstol de la Juventud, pasamos a Benedicto XVI que una de sus primeras actuaciones fue condenar al pederasta fundador de los Legionarios de Cristo", explica Jesús Bastante, redactor jefe Religión Digital.

Y Benedicto marca un camino que el papa Francisco no está dispuesto a abandonar. Vuelve de su viaje a Chile, allí no lo ha tenido nada fácil. Sus feligreses acusan al obispo Juan Barros de encubrir los abusos a menores del sacerdote Fernando Karadima y piden justicia.

El clamor es tan fuerte que Bergoglio empieza a levantar alfombras. Juan Barros cae y con él se abre un caso que pone a toda la iglesia chilena patas arriba. Los muros empiezan a ceder y el papa Francisco decide dar el paso definitivo: protege y escucha a las víctimas.

En 2014 crea con ellas una comisión, que no da los resultados esperados. La epidemia crece: en agosto de 2018 llega el escándalo a Pensilvania, abusos sexuales a más de 1.000 menores perpetrados por cerca de 300 religiosos.

Para Francisco ya no hay marcha atrás. "Un obispo encubridor hoy en 15 días está en la calle", defiende Jesús Bastante. Quedan pocos días para la gran cita y Francisco sabe que de lo que ahí se decida dependerá el futuro de la iglesia en Roma.