Decenas de miles de personas desafiaron a la lluvia y, sobre todo, a la prohibición de la Policía, y marcharon por las calles del distrito financiero de Hong Kong en el decimotercer fin de semana consecutivo de protestas en la ciudad.

Las calles principales de la isla de Hong Kong se encontraban abarrotadas de manifestantes y de agentes antidisturbios, que trataban de evitar que se llevase a cabo una marcha que tenía como objetivo protestar ante la sede de la Oficina de Enlace, el organismo que representa al Gobierno de Pekín en Hong Kong.

No fue hasta dos horas después que la Policía comenzó a usar gas lacrimógeno para tratar de dispersar a los manifestantes que se congregaban a las afueras de la sede del cuerpo, tras lo que un manifestante lanzó un cóctel molotov contra el edificio.

Asimismo, por primera vez desde que comenzaron las protestas, las fuerzas de la ley utilizaron cañones de agua desde los que dispararon tinta azul; según la prensa local, esto permitirá identificar con más facilidad a los manifestantes, ya que la manifestación ilegal es un delito penado en Hong Kong con entre tres y cinco años de prisión.

En la protesta hizo aparición el secretario general de la formación prodemocrática Demosisto, Joshua Wong, en libertad bajo fianza después de haber sido arrestado junto al menos otros cinco activistas y diputados opositores por su participación en las manifestaciones.

La presencia del activista también fue significativa por la efeméride que se celebra hoy: el quinto aniversario de la decisión de las autoridades chinas de no permitir el sufragio universal y libre para elegir al jefe del Gobierno hongkonés.

Originalmente, la marcha estaba convocada por el Frente Civil de Derechos Humanos, organismo que estuvo detrás de las manifestaciones más multitudinarias, lo que no evitó que las autoridades denegasen el permiso para celebrarla, aduciendo que en otras protestas se han vivido episodios de violencia.

Por tanto, el Frente decidió posponerla, al considerar que sin permiso de las autoridades no era capaz de garantizar que nadie resultase herido ni detenido, y en su lugar pidió a los manifestantes que encendieran velas o los flashes de sus teléfonos móviles para hacer que la "luz de la democracia" inundase Hong Kong al caer la noche.

No obstante, en redes sociales se comenzó entonces a llamar a una marcha religiosa para "orar por los pecadores de Hong Kong", cuyo cartel venía acompañado de una foto de un cielo iluminado y de la foto de la líder del Gobierno local, Carrie Lam.