El brutal tiroteo que deja al menos 20 víctimas mortales ha ocurrido en El Paso, ciudad de Texas fronteriza con México, que ocupa el séptimo lugar de ciudades estadounidenses con más población hispana, concretamente el 80% de su censo.

El Paso ha estado precisamente en el centro del debate político nacional. Hasta allí han llegado en los últimos meses miles de familias migrantes procedentes de Centroamérica.

Su población tiene que lidiar con la integración de migrantes y las salidas de tono del presidente Trump con su constante amenaza de construir un muro infranqueable. "La barrera, o el muro, podría ser de acero en lugar de hormigón, si eso ayuda", ha dicho el presidente estadounidense.

Trump ha lamentado lo sucedido: "El tiroteo en El Paso no sólo fue trágico, fue un acto de cobardía. No hay razones ni excusas que puedan justificar asesinar a gente inocente".

Sin embargo, las críticas no han tardado en llegar. Los demócratas llegan, incluso, a tildar a Trump de racista. "Debemos parar de vender armas de fuego en nuestras comunidades y afrontar este odio, un odio que nunca había visto en mi vida", ha apuntado Beto O' Rourke, candidato del Partido Demócrata.

El tiroteo de Texas, el peor de este 2019

El suceso ha reabierto el debate sobre la regulación de las armas de fuego. La segunda enmienda de la Constitución protege literalmente "el derecho del pueblo estadounidense a poseer y portar armas". Por esta razón cualquier persona tiene derecho a entrar con su arma a un centro comercial como el de El Paso, como lo hizo el autor del tiroteo.

Con los últimos tiroteos son ya 249 en lo que va de año y el de Texas es el más grave de todo 2019.