La iglesia católica vuelve a pedir perdón. Esta vez por los casos de pederastia en la iglesia de Pensilvania. Revelaciones que debilitan los aires de renovación del papa Francisco, que prometió adoptar una política de tolerancia cero contra la pederastia: "Pido perdón del daño que han hecho por los abusos sexuales a los niños", asegura el papa.

Y reconoció que no se trataba de un par de manzanas podridas sino de una cultura de abusos y encubrimientos: "Aún siendo muy valiente, la postura del papa Francisco, debería ser mucho más resolutivo", asegura Juan José Tamayo, teólogo de la liberación y catedrático en la Universidad Carlos III de Madrid.

Siguiendo la senda iniciada por Benedicto XVI, Francisco creó una comisión de protección al menor, que no quedó libre de críticas. Dos de sus miembros, víctimas de abusos, dimitieron: "No hay duda de que ha habido demasiados clérigos protegidos", asegura Peter Saunders, víctima de abusos.

Lo dice también Naciones Unidas, que acusó al Vaticano de violaciones sistemáticas de la convención de protección de derechos de los niños.

Las víctimas exigen que se implemente las directrices de la ONU: entregar a las autoridades a los curas acusados y a quienes les encubren, pero los intento se han visto constantemente bloqueados: "Existen también mecanismos de ocultación que tienen el apoyo de instituciones eclesiásticas", explica Juan José Tamayo, teólogo de la liberación y catedrático en la Universidad Carlos III de Madrid.

En su primer lustro como papa, el sumo pontífice ha expulsado a dos de sus asesores y ha aceptado la renuncia del arzobispo de Asutralia, Philip Wilson.

En Chile, defendió al obispo Juan Barros, acusado de encubrir al párroco Fernando Karadima, luego tuvo que recular. La sombra de los abusos a menores perseguirá al papa Francisco en su próxima visita a Irlanda.