Con 60 años, Latifa decidió ir a Siria para tratar de salvar a sus cinco nietos, después de que su hijo, un combatiente del Dáesh, muriese en un bombardeo. Pero tres años después, esta abuela marroquí sigue atrapada en este país.

"Mi hijo y su mujer vinieron a Siria sin mi permiso. Tras siete u ocho meses, su mujer me llamó para decirme que él murió y pedirme que viniera para recogerles a ella y a sus hijos", relata.

El hijo de Latifa era el yihadista marroquí Husein al Guili, que tenía 42 años cuando murió y procedía de la localidad de Fez, en el centro de Marruecos, de donde ella misma salió para venir a Siria.

Al Guili murió en un bombardeo en 2015 junto a su hijo mayor en la ciudad de Al Raqa, la que fue durante años la capital del Estado Islámico en Siria.

Con su marido enfermo y el resto de sus hijos que se desentendieron del destino de los sobrinos, Latifa preparó todo para viajar ella a Siria a intentar rescatarlos.

Para ello, se comunicó con miembros de la organización radical y preparó la entrega una vez que llegara a Al Raqa. Viajó primero a Turquía, donde permaneció dos días en un hotel. "Me llamaron para decirme: prepárate ya y te recogemos. Me fui con ellos en el coche, en el camino no pude ver nada hasta que me dijeron que había llegado a la casa de huéspedes de Al Raqa", cuenta.

Latifa explica que estaba desesperada porque no había podido ver a sus nietos, tal y como le habían prometido. "Les gritaba que solo quería a mis nietos. Por eso me quitaron el teléfono, el pasaporte y el carné de identidad y me quedé sin nada. Estuve un mes en muy malas condiciones hasta que perdí la cabeza. Lloraba y gritaba sin parar", y de esa forma consiguió que se los trajeran, apunta.

Tras reunirse con los cinco niños, el siguiente paso era regresar a Turquía, según el acuerdo cerrado con los yihadistas. Pero los radicales le decían que había que esperar: "No entendía por qué era tan difícil salir cuando fue muy fácil entrar", asevera.

Permanecieron en Al Raqa hasta que las fuerzas kurdas tomaron el control de la ciudad en octubre de 2017. Pero los extremistas se la llevaron junto a sus nietos y su nuera y otros civiles a la ciudad de Al Mayadín, uno de los feudos que todavía dominaba en el este de Siria.

Allí encontraron a un contrabandista que, seis meses después, los llevó a Al Shadadi, en la provincia de Al Hasaka, poniendo fin a su cautiverio en manos del Dáesh, pero entonces ingresaron en un campo controlado por las autoridades kurdosirias.

La abuela tiene ahora 63 años y pide a Marruecos que la repatrie junto a sus nietos. Dice que no tiene contacto con las autoridades de su país ni tampoco con sus hijos.